Ahora valoro muchísimo más los “Baby Shower”. Es una fiesta para dejar plasmado en la historia, que una familia estaba feliz de la llegada de un integrante más, antes de que ese integrante pudiera hacer algo para ganarse ese amor.

Amo el recibimiento cálido de una persona pequeña que trae más demandas que aportes y que jamás podrá amar a menos que lo amen así: locamente, gratis y para siempre.

Un papá me dijo una vez: ¡Es que no entiendo el concepto! ¿Haces una fiesta para un niño que no ha llegado aún? Jaja… Sí. Porque algún día sabrá que así se le ha amado, no sujeto a desempeño, sino porque nos pertenecemos. Y sí, porque las mamás siempre estamos dudando de nuestras capacidades y perdemos el sueño con mil temores que no habíamos conocido, aún si lucimos una tremenda sonrisa. Es una fiesta donde se celebra que somos frágiles, que somos amados y que no podemos solos.

Los aprecio mucho más porque hoy sé cómo es cuando el origen no fue una fiesta sino algo más parecido a una pesadilla, cuando el resultado positivo trae lágrimas pero no de alegría. Convivo con dos pequeñas que no recibieron fiestas de bienvenida ni palabras de aprobación. Que no tienen fotos de su pastel de baby shower, ni de la pancita que las portó, tampoco esas fotos haciendo caritas ni videos que muestren la torpeza de los primeros pasos o la sonrisa “sholca”.

Desde que adoptamos, me aseguro de celebrar a cada embarazada que conozco y de que oiga que esa nueva vida no es un error sino un regalo de Dios, porque mis hijos escuchan. Y al hacerlo, aprenden lo que pienso de sus propios orígenes. 

Hace un tiempo atrás, recibimos la noticia de un embarazo en medio de una situación no-ideal. Mis niños me vieron llorar y también me vieron amar a esa mamá. Hicimos un baby shower porque necesitaba cosas… pero mucho más que eso, necesitaba saber que no iba a estar sola y que esa nueva vida traía el sello de Dios. Mi hija mas pequeña ora a menudo: “gracias Señor por la vida de la bebé. Gracias porque su mamá decidió tenerla y cuidarla. Ayúdala y bendice al papá…” (que por cierto no está en la escena) …ella nos enseña mucho a sus 11 años porque sabe que había otras opciones.

Los embarazos no planeados son una oportunidad de dar lecciones de vida y de dar gracias por sus mamás biológicas y de enfatizar que no existen niños “plan B”.

En nuestra casa, los vientres llenos de vida se protegen desde la manera en que abrazamos al hablar. Desde que decimos “aquí estamos”. No necesitas ser una madre sola. No es necesaria la desesperanza. Podrá ser duro pero no necesita ser solitario. Nos tenemos.

Hagamos un baby shower y entrenemos para amar como hemos sido amados y después de barrer el piso y recoger la mesa, sigamos estando. Celebremos nuestra debilidad y rodeándonos de amor, contemos la historia del Dios que nos amó sin nosotros merecerlo. 

Nací en Guatemala y aquí he vivido toda mi vida. Soy hija de una mujer trabajadora y bilingüe que jamás me mandó al colegio sin desayuno, ni tarde, y un músico que tuvo que ser visitador médico para que no muriéramos de hambre, pero que llenó mi vida de un soundtrack impresionante y de libreras igualmente ricas. Su mezcla me dio el sabor que tengo y no los cambiaría. Soy esposa de Alex López, somos papás de Ana Isabel, Juan Marcos, Evy y Darly Alejandra. 2 por biología, 2 por adopción, todos por gracia y ninguno como plan B. Aixa escribe regularmente en su blog Corazón a papel y es autora de Lágrimas Valientes (Lifeway 2017)