Hace un par de días me escribió una mamá preocupadísima por la novia de su hijo.
Leí y re leí el mensaje y todas las veces llegué a la misma conclusión en mi cabeza: No sé nada de cómo ser suegra…
Pienso que uno aprende a ser mamá en primer lugar por instinto. Luego, porque nuestras santas madres no nos abandonan y en tercer lugar, porque no nos queda de otra…
El ser suegra no debería ser muy distinto: deberíamos aprender de nuestra referencia más cercana, nuestra suegra.
Así como hay conductas que imitamos de nuestra mamá en la maternidad y otras que luchamos por no repetir; creería que con las nueras, aprenderemos a imitar las conductas que nos gustan de nuestra suegra y trataremos de no repetir las que no nos agradan.
Pero, ¿qué hacemos si no nos gusta la novia de nuestro hijo? ¿Puedo proteger a mi adorado retoño de las garras de la novia? Mmm… podemos tratar de intervenir, pero las mayores perdedoras de la historia seremos nosotras.
Podemos decir algunas cosas con mucha prudencia, sabiendo que podemos perder más que ganar.
Pienso y solo lo pienso porque no me ha tocado… si hemos luchado toda la vida por formar a nuestros hijos como hombres de bien, no podemos boicotear las decisiones que toman libremente. Y esto porque toman como base las herramientas que les dimos: el buen juicio, la prudencia y el discernimiento.
No nos queda otra que pedir desde ya por unas buenas nueras y confiar en el criterio de nuestros hijos, agrandar el corazón y recibir con una sonrisa a las novias que llevarán a la casa. Tomándonos el riesgo de encariñarnos con cada una y ver cómo llegan y se van hasta que llegue la definitiva.
Pienso también que nuestras suegras deben de haber tenido algunos reparos con respecto de nosotras, porque no hay una nuera perfecta. Posiblemente ellas nos abrieron el corazón a pesar de nuestras imperfecciones… entonces ¿por qué no probar nosotros abrir el corazón con la novia loca de nuestro hijo?