Como les he contado anteriormente, luego de saber que tu hijo tiene una condición como el Síndrome de Down, debes recorrer un proceso para asimilar la noticia. Después de unos meses tomé la decisión de ver la condición de María como algo que simplemente es, así será y eso no quitaría el amor que se siente por un hijo.
Sabía que conforme pasara el tiempo, las necesidades de María vendrían y eso no me causaba ninguna preocupación; todo lo que necesitara se lo daríamos. 12 años después de mi último embarazo, tenía una bebé y estaba loca por ella. Todos en la casa queríamos cargarla, hacerla reír, cantarle, etc. En fin, pasaban los días y yo me sentía cada vez más orgullosa de María, más enamorada y más feliz.
Conocí madres como yo, con el reto de trabajar por el desarrollo de sus hijos. Con los meses me percaté que mi sentir no era tan común: algunas madres con hijos más grandes que María se admiraban de lo feliz y tranquila que me miraba.
ME HACÍAN VER QUE A ELLAS LES HABÍA LLEVADO MUCHO TIEMPO SUPERAR EL TRAUMA QUE IMPLICABA QUE TU HIJO NO SERÍA LO QUE ESPERASTE O QUE TIENE UNA CONDICIÓN DE VIDA QUE IMPLICA MUCHO MÁS DE LO QUE UNO PUEDE IMAGINARSE.
Incluso podía ver en esos rostros una tristeza rezagada, una mirada perdida, una sonrisa a medias. Aunque siempre vi el amor que ellas transmitían por sus hijos, lograba ver un poco de frustración, negación y dolor. Entonces pensé: ¿será que estoy negada?, ¿será que estoy perdida en la ignorancia?… si estas madres que tienen hijos más grandes, sienten esto es porque SI es una súper mala noticia y ¡no me he dado cuenta!
Pasaron los días y yo entré en un estado de tristeza. Miraba a María con ojos críticos: sus ojitos rasgaditos clásicos del SD, su estatura más baja que la media, su boquita entreabierta, miraba la diferencia de ella y los demás niños. Pasaron siete días grises en lo que no podía quitarme de la mente que mi hija había nacido con SD, le daba de mamar y pensaba tiene SD, le daba de comer y si me costaba que comiera decía: ¡claro es el SD!, le hacia su terapia y me decía: María en terapias y los demás niños aprenden solos…, fueron días en los que me perdí, en que cegada no lograba ver con claridad.
Después de esos días, pasó algo muy curioso. Llego un momento en que me pregunté: ¿Qué te pasa?, mira lo que tienes enfrente, escucha esos balbuceos tan bellos, siente sus manitas acariciando tu pecho mientras toma su lechita, mira esa sonrisa que te derrite… entonces me dije:
¡SON CUENTOS!, NO PUEDO VER A MARÍA CON TRISTEZA, SI LO QUE SIENTO ES PURA ALEGRÍA, PURO AMOR, NO SIENTO LÁSTIMA, SOLO SIENTO AGRADECIMIENTO Y VOLVÍ A VERLA TAN LINDA COMO YA LA HABÍA VISTO ANTES.
El sentir pena y dolor, no era lo mío. En realidad yo sentía la bendición que representaba María para mí, para mi familia y para mis amigos. Entendí, que todos procesamos las noticias de una manera diferente y vemos nuestra realidad de acuerdo a los lentes que llevamos puestos.
He pensado en esas madres luchadoras, que quizás les ha tomado más tiempo la aceptación de tener un hijo con SD, pero que han sacado adelante a sus hijos con amor y entrega. Yo sé que finalmente llega el día en que se puede ver con claridad que tu hijo con SD es un hijo más, una bendición como todos tus hijos y que no hay porque preocuparse porque ¡el AMOR todo lo puede!