Cuando me reúno can algún familiar o amiga me preguntan por mis chicos, entre ellos María. Les cuento cómo mis adolescentes se han hecho tan independientes y responsables, cómo salieron tan patas de perro, y claro no se podía esperar menos con nosotros que hemos sido así. Siempre socializando y encontrando planes para salir de la rutina.
A Gabriel de 17 años y a Cami de 16, les encanta salir. Buscan cualquier oportunidad para encontrarse con sus amigos, van a fiestas juntos y comparten mucho, se cuentan sus cosas y me encanta lo unidos que son. En esta etapa de sus vidas debaten mucho con nosotros, se enojan cuando no obtienen un permiso y a veces se ponen un poco rebeldes… razón por la que tengo más canas.
La gente me dice que seguro es difícil la adolescencia de los hijos y la verdad quizás es más difícil la preadolescencia de María que empezó hace dos años. Ella tiene 4 años y medio, no sé si sigue en los terribles dos o en qué etapa se encuentra pero cada día que hace de las suyas me saca una cana más. Cuando lo comento con alguien se lo toman a la ligera y me dicen “imagino lo tremenda que es”…

Pero entre imaginarse y vivirlo es una gran diferencia. María expresa claramente lo que quiere y lo que no. Esto incluye el no querer comerse sus verduras y preferir comerse unas galletas, no bañarse y preferir ver Peppa Pig, ella me mira y me dice: «Mami no queyo bañarme”, y yo le respondo: «Entiendo que no quieras, pero debes hacerlo».
María no es dócil para hacer algo que no quiere hacer. Es difícil lograr que lo haga sin que ponga resistencia, muchas veces lo que hago es sobornarla o motivarla. Le digo: María ¿quieres ir al parque”? y ella dice “siiiiiii”… entonces debes terminar todo tu almuerzo ¿ok?, cuando termines, iremos al parque y debo cumplirlo sin excusa.
Un sábado me quedé con María sola en casa y no tenía ayuda. Debía hacer todo, desde las camas hasta la lavandería, atender a María y darle desayuno, bañarla, etc. Me dispuse poner manos a la obra, y empecé a hacer las camas… después de un tiempo y de un silencio rotundo, me preocupe un poco y busqué a María.
Me llevé la sorpresa de encontrarla con pintura de uñas en su rostro, manos y en el piso del cuarto de Camila… ¡era un total desastre! Agarré el teléfono y la grabé mientras pensaba: “Voy a documentar lo que hace María un buen sábado”. No me quedaba de otra que regañarla y decirle que eso no se hace. Por dentro me dio mucha risa pero debía poner cara de molestia para que entendiera.
Luego, estaba lavando platos en la cocina y María me dijo “ Mami, queyo huevito”, y yo con las manos llenas de jabón y con platos por desaguar le dije “Espera, ya en un momento te hago tu huevo”…
De repente escuché el ruido de un sartén y no hice caso. Cuando terminé me seque las manos y María me dijo “mira, me hago mi huevo”. El sartén estaba en la estufa (apagada claro está), con un huevo estrellado literalmente con cáscara y chorreado hasta el piso. Otra vez con cámara en mano la regañé y le dije que eso no se hacía, que mami le puede preparar su huevo y que debía limpiar lo que ensució. Ella me respondió: «Yo peyo sola” y agarró una servilleta para limpiar.
Yo debía limpiar y seguir con lo demás así que puse ropa a lavar y a secar. Nuestra secadora hace un ruido especial y de repente, ya no la escuché. Se me hizo raro que se haya apagado tan rápido y fui a ver… Me encontré a María dentro de la secadora ¡encima de la ropa! Y yo le digo: «¡María! ¿Qué estás haciendo allí?. Ella se reía sabiendo que era una travesura y yo con la mano en la frente pensé “ay noooo, ayudaaaa ¡SOS!
La última que hizo ese día fue botar el fresco. Sacó el pichel de 2 litros de la refri y se sirvió en un vaso, pero con el peso del líquido se resbaló y ¡el fresco se derramó!
Agarro de nuevo mi teléfono y le digo ¡mira lo que hiciste! Botaste el fresco y ella muy segura sostenía que no había tirado el fresco. Le dije: «Mira el piso, tiraste el fresco». Ella respondió: “No bote el fresco, se cayó”. Me dio muchísima ternura su lógica, ya que en realidad tirar el fresco pareciera que es con querer y ella no quiso tirarlo, solamente se cayó.
Uff, yo ordenando y limpiando y María haciendo lo contrario pensé… Pero en realidad para María lo que ella hace es mostrar independencia. Quería maquillarse como lo hacemos Camila y yo, prepararse su comida, servirse su fresco y claro experimentar qué pasaba si se metía a ese túnel calientito lleno de ropa.
Al final de cuentas, las travesuras que hacen los chiquitos son muchas veces muestras de curiosidad y otras veces de independencia.
Finalmente llegaron mis hijos y mi esposo a la casa, felices y sonrientes. Yo aun estaba con el pelo desarreglado y un poco cansada, pero con la evidencia en mano para mostrar que no exagero cuando les cuento sobre las ocurrencias de María.