Desde que nació María, siempre me ha interesado leer sobre el Síndrome de Down. Me esfuerzo por aprender todo lo que tiene que ver con terapias, estimulación, trabajar en los sentidos, desarrollo integral, lenguaje, etc. Cada día aprendo cosas nuevas que me ayudan a entender y aplicar estrategias para mejorar el desarrollo intelectual de María, compro juguetes educativos que retan su memoria o su razonamiento, su habilidad de pinza o la motora gruesa… Hago todo lo que puedo para ayudarla a avanzar.
Con todo el aprendizaje que tengo, creo conocer bastante la condición y entiendo lo que implica ese cromosoma de más en la vida de María. La sorpresa fue darme cuenta que aún no había asimilado lo más importante de esta condición: la discapacidad intelectual. Esto es básicamente que todo lo que tiene que ver con el procesamiento de información, memoria, razonamiento, capacidad de discernir, planificación y resolución de problemas, está comprometido.
Pero ¿cómo pude obviar este detalle?, sabía que el SD conlleva un atraso generalizado en el desarrollo, sabía que aprenden a un ritmo más lento que el niño convencional; pero no había interiorizado la discapacidad intelectual.
Claro ya lo había leído mil veces pero eso es diferente a escucharlo de expertos en el tema. Con la motivación de seguir educándome, fui a un seminario sobre el Síndrome de Down del cual me lleve muchísimo aprendizaje. Fue en este en el que realmente puse los pies en la tierra, supe lo que son capaces de lograr las personas con SD, pero también lo que nunca llegan a alcanzar.
Les digo que fue bueno saberlo, fue un momento de impacto, pero mejor pronto que tarde.
Con el optimismo que me identifica, más tarde solo hubiera encontrado frustración al no ver cumplido mis expectativas con María. Y no digo que sea malo ser positivo, creo que eso me ha ayudado a crear un ambiente idóneo para María y para mi familia, pero el saber sus limitaciones haría que me enfocara en sus capacidades y no en su discapacidad.
Me acordé de un curso al que fui, en el que me decían que era más importante enfocarse en las fortalezas que teníamos y no poner tanto empeño en las debilidades, y claro, la lógica me lo confirmaba. Potenciar las habilidades hace que tengamos éxito en lo que hagamos y nos ahorremos frustración tratando de mejorar en algo que nos cuesta tanto.
El seminario me dio ese momento de verdad, en el que supe que no era lo importante que María aprendiera todas las materias en el colegio, pues su discapacidad es intelectual, ¿cómo podría presionarla a aprenderse todo lo que se exige en el colegio? De un colegio inclusivo me interesa que aprenda a socializar, a respetar normas, a compartir, a trabajar en equipo, a tolerar la frustración…
Entendí cuáles son los factores de mayor importancia en la vida de María, al mismo tiempo que supe que las habilidades sociales y el aprendizaje en el manejo de las emociones serán básicos en su desarrollo y para que su aceptación dentro de la sociedad sea más fácil.
Sé que el desarrollo de María será un camino largo, pero como dijo el expositor: “Merece la pena”, ¡claro que sí! Todo lo que se hagamos con María en sus terapias, en su estimulación diaria, el amor que recibe, en la lucha por una inclusión verdadera, ¡merece la pena!
Finalmente lo que se quiere lograr con los hijos es que sean personas autónomas, que logren desarrollar sus propias habilidades y pasiones y que este camino lo recorran y lo vivan con felicidad.