Hay una verdad que logras ver cuando tienes hijos o sobrinos: te das cuenta lo diferentes que son y que no hay uno mejor que el otro, son solamente distintos en forma de ser, de actuar y de sentir. No hay dos copias iguales en personalidad, y eso los hace ¡únicos y especiales!
Cuando te vuelves padre, presencias cómo se va marcando la personalidad de tus hijos, sus gustos, talentos y su carácter.

Me estrené como madre de Gabriel a los 23 años, era joven y sin experiencia… y a los 24 tuve a Camila. El sentido común me llevó a criarlos con cierto orden y estructura, a ponerles límites pero sobre todo a besarlos y abrazarlos sin horario y sin medida. Crecieron juntos y aun con la misma crianza fueron mostrando su individualidad.
Camila mostraba un gran sentido de maternidad desde que tenía un año, arrullaba y tapaba a sus bebés, les daba de comer y las sacaba a pasear. Cuando íbamos a salir, ella salía a buscar su suéter y el de Gabriel. Era la primera en ayudar a su hermano grande, la que le recordaba qué debía llevar al colegio, la que estaba pendiente de todo.
Un día en un parque vimos a una familia con un perrito, una niña lo cargaba y varios niños incluyendo a mis hijos se acercaron a acariciarlo. Camila miró a su alrededor con confusión y les preguntó: “¿En dónde está la mamá? A ningún niño se le pasó por la mente la mamá del perrito y ella no podía concebir por qué el perrito no estaba con la mamá.

Gabriel, por otro lado, desde chico tenía curiosidad por todo, se asombraba desde la fila de hormigas hasta de las estrellas en el cielo, tenía mucha hambre de saber. Por lo mismo, yo les compraba enciclopedias de niños con imágenes y explicaciones cortas de diferentes temas.
Antes de dormir siempre les leía a mi hijos. Una noche les dije “Hoy les voy a leer sobre los tiburones”. Camila dice: “Siiiii”, pero Gabriel me dijo:
– Mamá, eso ya me lo sé.
– ¡Ay Gabriel!, eso no te lo he leído
– Yo ya lo leí y ya me lo sé…
– Aja, ¿y qué dice?
– Dice que hay aproximadamente 300 especies de tiburones…
¡Gabriel ya había leído su enciclopedia y además tenía una memoria privilegiada!
Otro día en una piñata vi cómo un niño empujó a otro más pequeño y lo sacó del columpio. Gabriel llegó con el niño, le dio un dulce, y lo llevó a jugar con él y ¡ni tiempo de llorar tuvo! Fue un acto de nobleza que me enterneció.

Con María pensé que la historia sería diferente ya que nació con Síndrome de Down. Con mucha ignorancia no sabía que el SD solamente era una condición y que ella desarrollaría su personalidad propia como cualquier niño. ¡En poco tiempo me di cuenta lo única que es y lo atenta que está en todo!
Cuando cumplió un año, ya sabía dónde estaba cada parte del cuerpo y podía indicarme con sus manitas cada vez que le preguntaba. Ella todo lo observa y escucha. Recuerdo que a sus 2 años me oyó preguntar al aire por un banquito de su terapia, ni Gabriel ni Camila se dieron por aludidos y María salió corriendo y regresó con su banquito, ¡me asombré mucho pues ni yo sabía en dónde buscar!
María así es con todo, si ve que Camila tiene el cabello mojado, intuitivamente va a buscar la secadora de pelo y se la da. Si ve que estoy haciendo mi cama, se va al otro lado a estirarla, cuando estoy por arreglarme, me lleva mi maquillaje. Si ve que estoy sirviendo la comida, ella llama a sus hermanos y les dice “Chicos, a comeeeeen (comer)”.

Sus maestras también me dicen que ella está pendiente de todo y las ayuda sin que se lo pidan. Desde que camina, María se independizó. Si tiene hambre saca un yogurt o unas galletas o pan, pone su mesita, su plato, su vaso, cubiertos, y se sienta a comer.
Otra particularidad de María es su sentido del humor. Si estoy acostada en mi cama y me paro por algo, ella corre a acostarse en mi lugar y cuando regreso está atacada de risa. Le hace lo mismo a su papá, nos causa mucha gracia porque ella sabe que es nuestro lugar y lo hace como diciendo “El que se va para la villa pierde su silla…”
Todos tenemos historias que nos han asombrado de nuestros hijos, anécdotas que hoy y mañana seguirán estando en nuestra memoria.
Con esto quiero invitarte a abrazar y respetar la individualidad de tu hijo o hijos. Nunca pierdas la oportunidad de expresarles cuán especiales son, cuánto aprecias esto o aquello… menciónales sus fortalezas, lo que te encanta de ellos, diles lo que aprendes y te enseñan.
Ama a tus hijos incondicionalmente sin esperar a que sean de cierta manera.
No necesitamos hijos perfectos, solo que crezcan con la seguridad de que son únicos, especiales y con talentos propios, que serán la clave para que puedan encontrar su propósito en la vida.