Quiero compartir con ustedes la alegría que siento al acercarse el tercer cumpleaños de María. He pensado en retrospectiva en cuán rápido se ha pasado el tiempo.  Aún recuerdo cuando me sentía perdida sobre las expectativas de su desarrollo, ¿qué sería de ella?, ¿cuán lento o rápido iría avanzando?… tantas dudas que tenía.

Con el tiempo y después de darme cuenta que María era una bebé más, pude percibir que la única diferencia era que su ritmo de aprendizaje era un poco más lento, pero cada vez iba desarrollando sus habilidades, veía lo sociable que era y la curiosidad que tenía por saber todo. En mi mente ya no estaba presente “mi bebé con Síndrome de Down«, no era que estuviera negada, simplemente era que la veía a ella y no a la etiqueta.

He podido presenciar en María cómo ha crecido como una personita feliz. Nuestro amor ha estado presente en su corta vida, ella sabe que sus hermanos mueren por sus besos, que todos nos derretimos por sus gracias, que cada nuevo aprendizaje de ella se lo aplaudimos… y a ella ¡le encanta!

Vivir la experiencia de verla desarrollarse, es increíble, siempre es una gran emoción cuando hace o dice algo nuevo.

En una ocasión, empezó a meter sus juguetes a un bote y la escuché contando los números, llegó hasta el siete, los dijo en orden y me quedé de lo más asombrada, pues ni habla y de repente esto. No ha vuelto a contar con tanto acierto pero esto me indica que ha interiorizado toda la enseñanza en casa. Otro día me dijo todas la vocales en orden sin que se lo pidiera… ese día, pensé: «¡Wow!, son esponjitas definitivamente todo lo absorben».

Hace unos meses llevé a María a una piñata. En el área de juegos debía subir 5 gradas y no había baranda. Las subió y las bajó sin apoyo… De verdad que no lo podía creer, volteé a ver a todos lados para buscar con quien podía compartir esta alegría. Vi a mi hermana, señalé y  le dije «¡mire a Maria!», ella se alegró mucho pero solo yo sabía el proceso que había pasado para que esto se diera.

María aún no habla, dice palabras sueltas nada más. Un día me dijo: “Mamá más pan” fue la emoción más grande escucharla; sé que todos los padres que  viven la misma aventura que yo, conocen lo gratificante que es verlos avanzar y la magnitud de nuestra felicidad al escucharlos hablar.

Cuando sabes que cada avance es el resultado de tanto trabajo y esfuerzo de los propios niños, te das cuenta del mérito que tienen pues el esfuerzo que se requiere es muchas veces el doble o triple. Ellos, para mí, son definitivamente ¡unos campeones!

Yo he aprendido mucho más de lo que he podido enseñarle a María, ella me ha asombrado de una y mil maneras, me ha demostrado que con esfuerzo y perseverancia se logran muchas metas.

Si puedo por mi corta experiencia darles un consejo, sería que crean en sus hijos, no importa si tienen Síndrome de Down o no, ellos dan mucho de sí cuando les damos la certeza de que pueden, cuando les permitimos intentar solos y después de varios intentos ellos seguro lo lograrán. No les pongan límites e intenten no ser aprehensivos, para que los niños desarrollen seguridad en sí mismos y vayan creyendo en lo capaces que son.

He trabajado en la independencia de María y ha dado muy buenos resultados, le he enseñado sobre las reglas de la casa, tiene  tareas como ordenar sus juguetes, poner la ropa sucia en el bote, recoger su plato, que dé las gracias, que salude y que comparta, en fin tantas cosas que le ayudarán en su vida cotidiana.

María me ha demostrado todo lo que es capaz de lograr y de aprender, seguiré trabajando en esta tarea tan linda de criarla con la promesa de hacer de ella una niña feliz e independiente.

Soy psicóloga industrial, me encanta leer, tomar cursos sobre psicología, desarrollo personal y me encanta compartir con mi familia y amigos. Tengo una maravillosa familia y llevo 16 años casada. Ahora estoy feliz de poder escribir en este blog y abrir las puertas de mi vida.