Mucha gente se emociona porque se va a convertir en tí@. El sentimiento en su plenitud lo  comprendí en la medida en que mis hijos han engrosado las filas familiares.  Tienen la suerte no sólo de conocer qué es una familia extendida, sino de probar las delicias de contar con mucha gente que los apapache. Renato tiene seis hermanos, yo cuatro. O sea, 10 tíos en total. Cada uno a su estilo demuestra  cariño a los miembros de la marimba.

Hay tíos molestones como Leonel, quien se ha dado a la tarea de buscar un apelativo a cada uno. A Nícolas, por ejemplo, le dice “Conejo”; a Fátima, Fátima Paola; a Emilio, Loro loco…  Hay tíos juguetones como Adam, quien es el designado oficial para jugar  a las peleítas con Emilio y para llevarse a toda la marabunta  a su casa para que vean una peli, griten, salten, coman y bailen. También hay tíos preocupados por el bienestar de los cuchurrumines: Lisbeth, Silvia, Reina, Lucy, Vinicio…  Hay tíos de buen reír que gozan con las ocurrencias de los infantes. Por ejemplo, un día Anneliese “asustó” a su tío Dennis con una lagartija de plástico. Él, para no decepcionarla, hasta gritó. Mi hija cuando vio la reacción desproporcionada, le reclamó: “¡No hace nada, hombre!”  Hay tíos serviciales, que no dudan en ayudar cuando las circunstancias lo requieren. Cristian no tiene reparos en transportar a cuatro niñas (en lugar de dos) cuando nosotros no podemos ir a traerlas al colegio.  Y hay tíos de tíos, como la mismísima tía Lesbia.

“Mi tiíta”, la llama Emilio, quien la ama con locura. La cercanía física –Lesbia vive a dos casas de la nuestra- nos ha dado el privilegio de que sea una especie de cuenta-cuentos, consejera, niñera y todo lo que pueda terminar en era.  Todos mis hijos la quieren mucho y es porque no escatima esfuerzos en ayudar a su educación y también a su diversión.   Con su habitual sinceridad, señala a mis hijos cuando han actuado mal o cuando deben mejorar en algo.  Aunque esté muerta del cansancio, les inventa cuentos, les narra leyendas una y otra vez, les inventa juegos que de un matamoscazo eliminan el aburrimiento. Está pendiente que Rabito tenga comida y se mantenga limpio. Las puertas de su casa siempre están abiertas y no duda en acompañar a la Marimba a cualquier acontecimiento.  Su esposo, (“mi madrino”, como le decía Anneliese) siente especial debilidad por los varones de nuestra familia.  De las palabras que Nícolas incorporó con prontitud a su vocabulario fue justamente ¡tía!, encerrada por la sincera emoción que siente cada vez que la mira cruzar la puerta de nuestra casa.

Cuando hace un tiempo viajó a Estados Unidos, vino cargada de obsequios nada más y nada menos que para la Marimba. Con emoción y sentido común aconseja y acompaña a elegir los regalos navideños, nos ayuda a empacarlos y su casa es el cuartel general para que no los descubran.

La tía Lesbia es para todos no sólo un descanso y un apoyo, también es la alegría, el equilibrio en las apreciaciones y el guiño que nos motiva a mejorar en muchos aspectos.

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.