La sencillez de los niños, muchas veces, te desarma.  Tú piensas que no querrán aquello o lo otro porque, según tú, no es lo suficientemente atractivo y resultas asombrada y además (en mi caso) con cinco niños peleándose por poseerlo.

Nuestra Marimba tiene muchos amigos benefactores. Son aquellas almas buenas que se preocupan por ti y tu familia, que te preguntan cómo están todos y además están pendientes de qué podría haber a su alrededor que nuestra familia pueda reutilizar.
Nosotros, somos felices cuando nos anuncian «tenemos una bolsa con cositas que quizá puedan servirles»... ¡Todos saltamos de la alegría y mis hijos también de la curiosidad! Esas bolsas contienen generalmente ropa y juguetes de todo tipo.  Cuando van saliendo de la bolsa, se oyen expresiones como ¡qué bonito!, ¡lo que siempre había querido!, ¡ése me queda a mí! ¡no, yo digo que me queda a mí!   Al día siguiente de la llegada de la bolsa es como si fuera Navidad: todos andan estrenando ropa y juguetes. Son tan felices que lo único que les falta son canchinflines para volar de la alegría.
Emilio es en este tema un ente radical.  Si quieres vestirlo con un pantalón nuevo, se rebela hasta las lágrimas. No hay forma de convencerlo y hay que aprovechar cualquier momento de distracción para vestirlo. Sin embargo, puede lucir con el mayor de los gustos la camisa de Spider Man más usada del mundo. 
Sin embargo, lo último que nos pasó con esto de las herencias fue algo que a mí realmente me dejó maravillada. Un día le conté a un buen amigo mío sobre nuestro déficit de camas.  Al día siguiente me comentó que en su casa había un catre en muy buen estado y que si nosotros lo queríamos, con gusto nos lo regalaban.  ¡Perfecto!  Acordamos el encuentro, porque además del catre, invitó a bailar a toda la Marimba a su casa.   En días previos nosotros ya habíamos comprado un colchón así que el terreno estaba abonado para la llegada del obsequio.
Ya en el viaje de regreso, la conversación de mis hijos giró en torno a quién dormiría en el catre. Hablaban de sorteo, de justicia, de suerte…  Yo no sé por qué pero no podía creer que se fueran peleando por el catre si ya algunos tenían su cama.  Bueno, la cuestión es que en cuanto llegamos, lo armamos, le pusimos el colchón y sábanas de princesas y empezó la novedad.  Se subían, se bajaban, se caían (hubo unos cuantos accidentes), exploraban por abajo del catre… bueno para qué decirles más.   Basta con mencionar que esa noche el catre albergó a cuatro niños…. ¿Cómo cupieron? ¿Qué hicieron para no caerse, pegarse y demás? Sólo ellos y Dios saben.  
Hasta ahora, el catre sigue siendo novedad y motivo de pelea.  Ya desde el segundo día de su estancia, se peleaban la propiedad.  Nosotros fuimos claros: es de Anneliese porque Ximena y Fátima ya tienen cama. Creo que ese día no ganamos muchas simpatías, pero en fin. 
Una de las cosas que más valoro de estos regalos es que nos ayudan a educar a nuestros chiquirrines en el agradecimiento y la generosidad.  Ellos también deben revisar que es lo que pueden dar a otra familia.  Como algunas veces se resisten, basta con recordarles:  piensen en todas los niños que nos regalaron sus cosas favoritas. Recuerden cuando Pili (una de nuestras benefactoras estrella) les envío esto y lo otro. Y entonces, el desprendimiento se da un poco más fácil. 
Sirva este post, pues, como una escultura en letras para agradecer a todos nuestros donantes. Sepan que cada detalle que le han enviado a mis hijos ha sido profundamente valorado y sobretodo, aprovechado hasta la saciedad.
Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.