– ¡Mami, Emilio me pegó!
– ¿Por qué?
– (Entra Emilio a escena) PorqueXimenanoqueríaqueestuvieracercadelGordo
– Emilio no dejaba comer a Sebastián
– ¡Y Ximena me castigó!
(Hacen su debut en el escenario Fátima, Anneliese para echarle porras a su hermana)
– Güiri, güiri, güiri…
Y así empieza una discusión que dura hasta que los directores de la Marimba se ponen rudos y después de un ¡Ya basta!, los ojos de todos se quedan abiertos, las bocas cerradas por un ziper de mala calidad, porque después empiezan a ahogarse las risas, se escapan las chifletas y empieza nuevamente la batalla.
Hay que recordarles en ese momento el respeto, el cariño, el, el, el… nada es escuchado. Hay luchas tan extremas que uno llega a pensar que en este conjunto musical falta amor. Pero luego, cuando un marimbero no entiende la tarea o se desanima porque no puede hacer la caligrafía, siempre aparecen las hermanas mayores que están dispuestas a ayudarle.
O cuando Nícolas se cayó y fueron a recogerlo con la velocidad de la hormiga atómica.
Hoy mismo, Ximena vio con inusual ternura a Emilio. Después de una operatoria dental, Emilio tiene forrados los dientes de plateado. Parece Iron Man. Y ella, le propicia una caricia mientras le dice: ¡Qué lindo te ves!