“Quiero ser banderada de mi clase”. Es Anneliese quien habla. Lo afirma con tal determinación que yo levanto la ceja y al instante oigo el comentario de Renato: “¿Cómo quieres ser abanderada, si no te gusta hacer tus tareas?”. Ahora es Anneliese quien arquea las cejas. Quizá no había pensado en eso…
Por un momento pensé que respondería: “entonces prefiero ser la novia de Herberito”, su nuevo amor platónico, pero lo cierto es que guardó silencio. Se quedó pensativa, se bajó de la silla y se fue a jugar con su bebé Lágrimas de verdad.
La ilusión puede ser la bandera. Lo cual no me molesta. O me molesta menos que sea una candidatura a principessa, que es la motivación de Ximena. Por cierto, que una buena amiga me dio una lección de sentido común. Cuando yo le comenté la obsesión de la Xime por lucir corona y cetro, me dijo algo más o menos así: las pequeñas metas nos ayudan a alcanzar las grandes virtudes.
Y es que a veces me pregunto ¿qué hago para que la chispa del conocimiento se alimente en la mente de mis hij@s? ¿Qué hago para que tengan curiosidad intelectual? ¿Qué hago para que sean entes pensantes (que no es sinónimo de abanderadas)? ¿¡¡Quién pude ayudarme!!? ¡Por favor! Bueno, pues sin saberlo me puse a buscar respuestas. He encontrado varias hasta ahora. Lo insólito es los lugares donde repentinamente han aparecido. Una, salió desfilando en un documental de Efraín Recinos. El material se llama “El arte de hacer dibujos”. Hay muchas cosas curiosas y divertidas, pero la que más me llamó la atención es que el gran maestro chapín, no asistió a la escuela… o por lo menos hasta los 13 años nunca había pisado un salón de clases. Así que se la pasó leyendo, escribiendo, dibujando y pintando durante ocho largos años. ¿Y de dónde salió su genialidad? ¿Qué alimentó la creatividad? Lo he pensado largamente. Y me parece que Recinos fue dotado de unos talentos asombrosos, pero que estos rindieron fruto por el buen uso de su libertad. O al menos, eso pienso yo. Por supuesto, el ejemplo y la motivación de su padre fueron esenciales, pero vaya si el Maestro puso de su parte.
Otra de las respuestas, la encontré en algunos capítulos de “El caballero de la armadura oxidada”. El pobre hombre no sabía cómo liberarse de su prisión de hierro. Lo cierto es que lo logró con el silencio, la reflexión, el conocimiento de sí mismo y otros ingredientes más. Así fue feliz.
¿Tan sencilla es la receta? Tan sencilla nos parece que los hombres no hacemos más que sucumbir a la tentación de volverla complicada. Pero lo cierto es que la sencillez es el disfraz de las grandes cosas.
De momento, retomaremos nuestros paseos por el bosque. Iremos a gozar de la naturaleza, a abrazar el viento y a abrazarnos entre nosotros, a leer acompañados del sonido del aire y el exquisito olor de las piedras, el pino y las nubes. Veré el documental de Recinos con quienes quieran. Seguiré cuestionando cosas que parecen obvias pero cuando preguntas sobre ellas, obtienes las respuestas más deslumbrantes y significativas. Y sobre todo, guardaré bajo el colchón mis expectativas y planes para mis hijos… para maravillarme y alentar sus propios planes.