Uno de los retos más difíciles de estos días de convivencia permanente con mis hijos más pequeños ha sido el dejar que me ayuden en las cosas de grandes. En la cocina, algo logré vencer desde hace ya algún tiempo pero hay actividades que yo quisiera hacer sola simple y sencillamente porque se hacen más rápido.  Pero, he aprendido que intercambiar papeles con los más chiquitos de la casa, tiene sus ventajas.

Es bien sabido que a todos los niños les encanta mojarse, así que Emilio y Nícolas se apuntan de primerísimo cuando hay que lavar trastos, el baño, regar a Fénix, remojar la ropa… y la mamá a veces quisiera hacer las cosas rapidito, rapidito, rapidito y tiene que apretar la quijada para no mandar a volar con la mirada a los niños y en lugar de eso decirles ¡bien, mi vida, dejaste la ropa super limpia!, ¡no sé qué haría sin tu ayuda!  y así, dar ánimos que sirvan de motivaciones.

Pero, la verdad es que dejarse ayudar siempre tiene sus ventajas. Las que yo he descubierto son: se ríe uno más seguido con los quehaceres porque los niños tienen ¡cada ocurrencia!, se ejercita la comprensión, la paciencia, etc., se enseña a trabajar bien y a terminar lo que se empieza… pero la que más me ha gustado es que de vez en cuando literalmente se intercambian los papeles entre grandes y chiquitos.

Ellos hacen nuestras tareas, a nosotros nos toca imaginar, bailar.  Emilio quien es el más platicador de mi familia, mientras separa las hojas del culantro o restriega el lavamanos, está tiqui que tiqui; platica que platica, ríe que ríe, y me hace carcajearme y regresar no sé cuántos años de mi vida para hallar figuras insospechadas en la comida, hacer muñecos con espuma y entusiasmarme porque ese día la dinámica para lavar la ropa cambió.

Por el momento, Emilio es el más entusiasmado con el oficio. Hace pocos días, llegó el jardinero a mi casa y él se apuntó para ser su asistente. Le preguntó una y mil cosas sobre su máquina podadora, le ayudó a barrer la grama, a meter la basura en las bolsas. El jardinero se fue con un amigo más en su repertorio.

Así es que si un día de estos uno de sus retoños, sobrinos, primos pide ayudarlos en cualquier actividad, súbanse a la montaña rusa y abran bien los ojos y los oídos para disfrutar de esa compañía.

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.