Es difícil escribir esta carta: quisiera decirte muchas, muchísimas cosas. Realmente quisiera ser transparente y mostrarme tal como soy. No tengo miedo de que veas cuánto te quiero… sé que no lo dudas, pero el día a día nos roba más momentos y cada vez puedo decírtelo menos.
Pero así es. Nada ha cambiado desde que te escribí la última carta. Por lo menos en mi interior nada lo ha hecho. Es cierto, he envejecido un poco, he engordado otro tanto… quizá creas que no soy tan sabia como tú pensabas, que no estoy tan «in» como tú quisieras. Cada vez más seguido piensas que no tengo razón y que pocas veces te entiendo. Yo de momento debo aguardar… esperar a que la turbulenta adolescencia pase y me devuelva a la hija que podía mecer en mis piernas recordando exactamente la hora en la que nació, cuánto pesó y cuántas horas pasé esperándola.
De momento, sigo descubriéndote en tu mirada y en la sonrisa cómplice. También te descubro en las canciones. Sí, esas que nos gustan a las dos y que cantamos al ritmo de las tareas. Pero hay una melodía que refleja especialmente lo que pienso y vivo:
«Como si de arriba me dieron demasiado
Como un regalo que no merecí
Como si jamás te me marcharás
Ojalá pudiese pedirte que ya
Por favor no crezcas más».
Pero sé que no solo vas a crecer, sino que vas a volar. Que perseguirás tus sueños mientras yo soy espectadora, mientras rezo por ti y te extraño. Mientras me maravillo y me enorgullezco de lo que eres y alcanzas.
Y mientras todo eso sucede, de lo único que quiero asegurarme es que sepas que te amo. Como te lo dije antes: Necesito repetirte que te quiero para que no lo olvides, para que nadie te engañe, para que sepas que siempre puedes regresar conmigo porque para los padres el tiempo no pasa.
No dudes que siempre estaré allí dispuesta a consolarte, a alentarte… ¡a quererte!
#AmorEterno