La primera vez que vi cómo tus pantalones te quedaban cutos, me enternecí. Después, te confieso que me invadió la nostalgia y también el miedo. He oído muchas cosas de la adolescencia, y me duele pensar que podría perderte.

Me gusta asomarme a tus ojos y verte sonreír interiormente. Sé que sigues allí, aunque por fuera te hagas la malhumorada y la progre. Conozco bien tu lenguaje corporal y sé cuando necesitas un abrazo. Por eso te apapacho muchas veces al día: al levantarte,  cuando tienes subido el mosh, cuando regresas del colegio, cuando pasas a la par mía con tu inseparable agenda privada, cuando te vas a dormir…

Necesito repetirte que te quiero para que no lo olvides, para que nadie te engañe, para que sepas que siempre puedes regresar conmigo porque para los padres el tiempo no pasa.   Siempre te veré como aquella madrugada en la que a solas, Dios nos presentó.

Tú sabes que me gusta escribir y es así como quiero asumir estos cambios. Escribiendo. Dejando constancia de mi amor sobre una hoja en blanco. Porque luego podré releerla a solas o contigo; bajo sus letras, podremos celebrar juntas cuando  venzamos  una batalla, o cuando nos emocionemos por tu  primer día de universidad o de tu trabajo, o cuando lloremos de los nervios la noche antes de tu boda…

Ahora tienes un pseudocontrato que puedes leer cuando quieras. Porque el verdadero, lo vivimos en el día a día: cuando mi mal carácter se extralimita  y luego te pido perdón; cuando tú te portas mal y te disculpas, cuando te acurrucas sobre mi pecho y yo te balanceo, cuando hablamos y reímos de nuestras ocurrencias, cuando yo busco tu mano y la encuentro esperando empalmarse con la mía.Ahora, tú duermes y yo lloro mientras escribo esto.  Mañana seguramente te abrazaré con más intensidad… Te amo con amor jarocho.

Tu mami.

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.