Dicen que la Luna es para los enamorados, cuando yo la veo en la mañana pienso que efectivamente así es pero en mi caso, me enfrento al dilema «un satélite, dos caminos». Enamorada de mi camita estoy yo, pero la vida inagotable que lleva la Marimba nos lleva a levantarnos cuando la luna aún se espolvorea las mejillas para que nadie la mire desmaquillada por las mañanas.
Creo que la única que enfrenta estos traumas soy yo… bueno Ximena empieza también a sufrirlos. Cada vez nuestro día empieza más temprano. ¿Quién nos manda a vivir hasta donde el diablo tiró el caite, pues? Si queremos evitar colas de colas hay que levantarse a las ¡4:00 a.m.! Solo de revivir ese momento en el que Renato me va a jalar los pies para que me levante, me produce pesadillas. Pero lo más impresionante es que cuando me levanto por lo menos dos marimberos ya se están sacudiendo la modorra con un regaderazo, Emilio ya anda de arriba para abajo, tiqui que tiqui y el Rabito se pasea moviendo la cola… Yo me autoconsuelo y digo: ni modo si apenas llegan a una década de vida, no trabajan, solo estudian, no tienen penas económicas, estéticas, no tienen que andar pensando cómo se visten todos los días, ni qué van a hacer de almuerzo, ni…
Las constantes durante la mañana es «muchá apúrense», «coman chanin, chanin…» «mija, hombre, desenrédate el pelo», «metan las mochilas al carro», «shhh no griten porque despiertan a Sebastián y entonces si se arma…» y así hasta que logramos que toda la mara esté subida en el carro a las 5:15. A esa hora, piden la radio Disney, se emponchan y tienen dos caminos: cantar o echarse un sueñito. Yo normalmente opto por la segunda opción, porque cuando me levanto SOLO pienso que dentro de pocos minutos podré dormir otra vez en el carro, si no creo que no lo lograría… así de dormilona soy.
Pero en el ínterin la verdad es que me divierte ver a Emilio habla que habla, molesta que molesta, pidiendo una y otra vez que le eche su «Moco de gorila» para endurecer su look; también me causa desconcierto ver cómo a esas horas Fátima siempre busca un suéter que no desentone con su uniforme, y Anneliese tiene ánimos para defender su look hippie y no dejar que su mami la peine…
Renato, siempre madrugador y ágil, se mueve cual correcaminos por la casa. Volteo a ver y está en la cocina, de repente ya está en el carro, después en el cuarto, en un decir Jesús ya está bañado y emperifollado. Y yo, viendo cómo todo mundo me gana… todo por andar pensando en la Luna. Cuando salimos de la casa, puedo verla en su esplendor y así pensando tonterías sobre ella me quedo dormida otra vez.
Pero a veces mis sueños son interrumpidos por los bocinazos, las caras largas, los camiones sin gracia que se descompusieron a media cuesta y nos han dejado solo con un carril para circular, y los camioneteros cae mal que agarran contra la vía y hacen que las colas se vuelvan infinitas. Es entonces, cuando mejor respiramos, tratamos de hablar sobre nosotros y entonces ese frenesí de llantas y bocinas se convierte en un momento para «enamorarse a la luz de la luna».