Cuando mi vida se encuentra en un punto ideal, ella llega siempre. Se me planta de frente, me dice cosas bonitas y me hace ojitos de pizpireta. A veces coqueteo con ella, pero ya me di cuenta que necesito ser más tajante y decirle que no de un solo. Las últimas dos veces lo he hecho, pero confieso que después siempre me ha dejado una duda existencial atravesada entre pecho y espalda.  La tentación… así se llama la señorona que de vez en cuando me pone en apuros, que me hace darle vuelta a mis convicciones de familia. Le doy tantas vueltas que me mareo y la confusión se me va hasta que hablo con los gurús de mi vida.

Muchas cosas me dan tentación: los chocolates, las aguas gaseosas, los helados con triple bola… las ofertas de trabajo. ¡Esas son las peores! Las que me hacen tambalear sin más.  Una llegó recién salida de mi anterior trabajo. Ya en otro post, comenté que uno de los motivos de mi renuncia había sido pasar más tiempo con mis hijos. Un mes después me llamaron de un lugar en el que yo siempre he querido trabajar. Me ofrecieron una buena plaza y un sueldón… que mejor me senté.  Las piernas y la determinación me temblaron. «¡Es la oportunidad de mi vida!», me susurraba la tentación. Por una extraña razón, mientras hablaba por teléfono, me estaba viendo en el espejo y pude verme a los ojos, entonces me reencontré conmigo misma y con mis decisiones…

Le agradezco mucho el ofrecimiento, es una gran oportunidad, pero en este momento estoy más dedicada a mi familia y el horario es muy absorbente. Muchas gracias.

Luego, volvieron a llamar diciéndome que podría ser que no trabajara los sábados, solo de lunes a viernes…  Ay Dio´mio, pensé yo… La respuesta fue la misma. Yo sabía que el asunto podía ser con un día menos, pero con más horas entre semana, muchas más horas… Todavía recuerdo que hacía números de todo lo que podría comprar con ese pisterío, pero gracias a Dios, pudo más el amor a mi familia.

Y hace poco, volvió la tentación con más fuerza. Un ofrecimiento para trabajar con una de las mejores jefas que he tenido en mi vida, en un lugar que no es cualquier lugar. El asunto era de tiempo completo… el sueldo mejor ni lo pregunté para que el tío Mac Pato no se apoderara de mí. Después de los agradecimientos, volví a decir que no. En ese momento, con mucha seguridad… Luego, cuando se lo comenté a Renato, ya vacilé un poquito pero todavía tuve fuerzas para decir: debo ser consecuente, durante este tiempo me he dado cuenta que tomé la mejor decisión, ¿por qué ahora voy a actuar de forma contraria?  Y allí quedó. Luego, emocionada se lo conté a mi mejor amiga, a la Pao… con ella, las emociones fluyeron y me di cuenta que el asunto escapaba del pragmatismo y que debía procesarlo mejor. Con la Pao, nos emocionamos, hicimos planes de comprar carro, una casa más cerca de la ciudad para regresar más rápido con mis hijos… nos fuimos por las nubes. Pero seguíamos teniendo la gran pregunta ¿es lo mejor? Yo le dije que tenía la solución: le contaría a Ximena y escucharía su opinión. 

El finde fue la oportunidad de contarle a mi primogénita. Ella me escuchó, luego me dijo un parco:
– Si a ti te gusta…
– No, no se trata que me guste a mí. A mí me encanta. Quiero saber tu opinión, porque a mí lo que más me importa son ustedes. 

Se echó a llorar. «No quiero pasar mucho tiempo sola, sin ti…»

En ese momento, me di cuenta que había sido una tonta. Me puse a platicar con la tentación, aun cuando tengo la convicción de que lo decidido hace siete meses es lo mejor y el esquema de trabajar de forma independiente ha funcionado bien.   Así que recuperé la paz, ya no pienso en lo que pude haber hecho… me sirvió mucho leer un artículo en el que hablan de las victorias pírricas de los padres en el campo profesional, pero pierden la batalla en lo familiar… Todo esto, me hizo valorar lo que tengo y estar contenta con mis siete oficios y catorce necesidades, aunque parezca aquel personaje de Cantinflas: «ya viene vieja, ya me voy vieja».
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Si quieren leer la reseña sobre la directora de la Marimba que escribieron de Librería El Hormiguero accedan  a http://www.marimbita.com/2012/05/presumamospues.html

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.