Si alguna vez ha tenido la tentación de escarparse a la tienda, mercado, panadería o al banco sin esos pequeños preguntones que son nuestros hijos, yo le recomiendo que no lo haga; pues esas excursiones están llenas de infinidad de preguntas, que nos dan la oportunidad de formarlos en un sin número de virtudes.
Pero para que esto no suene a predica, les voy a contar lo que me pasó. Un día que fui a comprar pan con Ximena y Fátima, y en el camino vieron a un hombre ebrio, totalmente dormido sobre una grada. Inmediatamente preguntaron ¿papi por qué ese señor está dormido en la calle? Entonces de la manera más adecuada a su edad les explique las consecuencias que acarrean los vicios. Y luego, fui yo el que les preguntó: Ximena, ¿tú tienes algún vicio?, luego de algunos segundo me respondió: sí, tengo vicio de Coca Cola. ¿Y tú Fátima? Yo tengo vicio de chocolate. Y para mi sorpresa en ese mismo instante cada una se propuso comer y beber con mayor moderación lo que sabían se les estaba convirtiendo en un verdadero vicio.
Autor: Renato Contreras