La coquetería se ha instalado en mi casita.  Con tres mujeres a cuestas, la Marimba siempre tiene un pretexto para andar haciéndole ojitos al público en general. Pero ahora, con el crecimiento de la población pizpiretamente activa,  cada día se suma un activo más al PIB  hogareño.

Bueno, parte de la culpa es mía… aunque a decir verdad, aún no me he dado golpes de pecho. Las coqueterías solo me han causado gracia.   Reconozco que puse mil granitos de arena cuando tuve a bien elegir un juego de spa para Ximena como regalo de Navidad.  Mi primogénita siempre me está preguntando que cuando vamos a ir a que nos den masajes relajante$, así que cuando encontré un juego que tenía esencias, recetas para mascarillas y demás, no dude en comprarlo…

Y ahora, tenemos una mezcla para un baño o un pedicure burbujeante, la base para una mascarilla de miel y avena y otras esencias esperando su turno para embellecer nuestros rostros.   El día que «fabricamos» la mascarilla fue memorable. Mezclamos y mezclamos, elegimos una esencia de lavanda para que tuviera un olor agradable y luego a aplicarla.  Todos, menos Renato, Sebastián y Rabito,  se enfilaron para entonar una oda al cuidado de la piel.

Los nervios hicieron que todos pusieran cara rara después de la pegajosa aplicación. Pero lo mejor de lo mejor fue cuando debían limpiarse el rostro. El agua tibia se unió de tal forma con la avena que mis hijos decían que los residuos de la mascarilla les sabía a incaparina.  Nícolas no soportó el masaje relajante posterior a la  mascarilla y salió huyendo.  Pero después, con cierto aire de orgullo y diversión, los marimberos se acariciaban el rostro para sentir lo terso y limpio que lo tenían. 

Dos días más tarde, Emilio llegó con un reto: quería que lo peinara como Justin Bieber.  ¡Por la gran! pensé yo… eso sí hace honor al dicho: «algún día seré colocho, dijo el guisquil»... Emilio tiene un cabello rebelde y para que le quede asentadito, debe ponerse una gorra después de bañarse.   Yo le dije que lo iba a intentar, él fue a comprarse un paquetito de gelatina y luego yo pedí el deseo. Seguramente, no cerré bien mis ojos mientras se lo pedí al genio, porque por más que lo peiné y lo peiné, no logré el look del famoso cantante.  Se conformó con un copetito coqueto y parado, que minutos después mató con su gorra. 

Sospecho que Emilio será un hombre conquistador.  De hecho, hasta ayer él no quería ir al colegio. Nada lo hacía cambiar de idea. Pero de repente preguntó: ¿y en el colegio hay maestras bonitas?  Como la respuesta fue afirmativa, entonces olvidó su resistencia y ahora está impaciente por asistir a clases.

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.