Algunos orientadores familiares recomiendan que a cada uno de los hijos se les dedique un poco de tiempo para hablar sobre sus cosas, intereses y demás. En este ajetreado mundo, ese momento mágico muchas veces no se consigue ni con varita de hechicero. Hablar diariamente con cada uno de los hijos requiere ingenio, esfuerzo, cariño y sobre todo querer hacerlo. Para la Marimba, la hora perfecta para ponerse al día (sobre todo de lunes a viernes) es la hora del baño. ¡ ! Sí, esa es la hora F5, la del refresh, la de cargar las baterías en las relaciones.
Entre semana, el contacto humano es más corto… Unos al colegio, unos donde la abuelita, otros al trabajo… De regreso, las tareas, preparar todo para el otro día, la cena y a dormir. Sin querer, se podría pasar sin enterarse mucho de cómo le fue a toda la mara durante el día. Pero el día lo salva, un regaderazo.
Es allí donde de forma personal se plantean preguntas, se cuenta cómo estuvo el colegio, qué dice la maestra, cómo es Herberito (el disque novio de Anneliese), por qué alguien está triste, qué quiere ser cuando sea grande… Aunque el baño de lunes a viernes es más rápido que el de fin de semana, provee el tiempo justo para echarse la platicadita del día con cada uno. Y creánme que esas conversaciones recargan las baterías.
En la hora de la higiene es cuando mis hijas me preguntan cómo me fue en el trabajo. Es en ese momento que Ximena me reveló que deseaba ser diseñadora de modas, fue la hora perfecta para hacerle un planteamiento trascendental también a la Xime. Allí, Fátima me confió algo que no le agradaba de sus amigas… en fin es como el cuarto oscuro donde la amistad cobra sentido, forma y temperatura.
Por supuesto, no todo el tiempo la vida es tan seria. Nícolas, sobre todo, usa el baño para proveerse de bacterias… Le encanta tomar el agua de su bañera y mejor si ésta incluye shampú, jabón, pedazos de pashte y todo lo que le haya sobrado de su cuerpo. Cuando el tiempo de estar sumergido en el baño se termina, Nícolas patalea, mueve la cabeza, grita y se va llorando el trayecto del baño al cuarto… eso aunque vaya morado del frío. Es definitivo, no quiere salirse, pide que se quiere bañar y aunque se le explique que ya se bañó, él no lo admite y quiere regresar fuente de bacterias.
Emilio, delira por armar una piscinita en el baño. Traduzco: tapar el desagüe para que el agua se quedé estancada y que él pueda hacer el ademán que va nadando por el Oceáno Atlántico. Pocas veces se le concede el deseo. 
Pero pensándolo bien, también hay otros momentos F5. En verano, sobre todo, la inflada de la piscina es esencial y  ahí la recarga se da entre hermanos. Y los momentos más simpáticos que hemos vivido es cuando organizamos una guerra de globos llenos de agua.  El asunto va más allá de una distracción… es  una estrategia, una forma  de unirse a través de una peculiar guerra.
Cuando pienso en esos deliciosos momentos de amistad, comprendo por qué el agua es tan refrescante.
Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.