Mis ojos se fijan en ti. Recorro cada centímetro de tu rostro porque quiero guardarlo en mi memoria y traer ese recuerdo cuando te vas, cuando te añoro o cuando estoy sin ánimos y tú eres el único que logra espabilarme.

Después de recorrerte con mis ojos, soy capaz de hablarte. Te digo cuánto te quiero, te doy pequeños y repetidos besos en la frente y te confío lo que significas para mí. Vuelvo a contarte cuando naciste, cómo eras y cuánto te esperamos.

Vuelvo a narrar cuánto lloraba de la felicidad por tenerte en mis brazos. Estoy segura que mi historia alimenta tus sueños y es la que te hace sonreír cuando estás dormido.

Te digo que no importa lo independiente que seas, los años que cumplas… siempre estaré allí para ti. Vuelvo a cantarte la primera canción de cuna con la que te dormí. Te doy abrazos tímidos, no quiero despertarte pero sí quiero que me sientas. Te cuento mis miedos, revivo tu primera sonrisa y las que me das ahora… abrazo tu ingenuidad.

Te veo y pongo mi mano sobre tu frente, te despeino… Recorro tus lunares y traigo a mi memoria de quiénes los heredaste.

La edad no importa cuando se trata de demostrar el amor.

Y tú puedes tener 5, 10, 15 o 25 años que yo siempre susurraré a tu oído mientras estás dormido.

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.