Hace poco me separé de mi familia por más o menos 10 días. Fueron momentos de aventura, de otros aires, pero también de anhelos y suspiros.
Anhelos porque al conocer otras ciudades, al experimentar tanta belleza; quien no desea que sus hijos también gocen de esas experiencias tan valiosas. Y suspiros porque a pesar que la soledad es una de las amigas que a veces echo de menos, extrañé muchos a mi familia.
Ya de vuelta a mi casa, regresaron las comidas divertidas y caóticas a la vez, los corre corre, los relajos… iDiomío. Y ante el escenario, me pregunté: ¿qué extrañaba yo de esto, pues? Y el pasar de los días me ha ido respondiendo y he hecho una lista de lo que a una mamá le cambia la vida y deja una huella profunda.
– Es Emilio diciendo: «Yo como admiro a mami».
– Es Ximena necesitando un abrazo, cuando estoy absorta en mi trabajo.
– Es Renato preparándome un ceviche delicioso.
– Es Nícolas diciéndome que me quiere mucho y buscando constantemente mis «piernitas» y mi pecho para recostarse.
– Es Anne y sus movimientos de bailarina profesional, enseñándome su coreografía de hip-hop.
– Es Fátima quien me abraza tan fuerte que me hace sentir lo que significo para ella.
– Es Sebastián haciéndome reír y asombrarme con sus predicaciones a todo pulmón. (¡Porqué Jesús quiere estar en nuestro corazón! Jesús, Jesús!, así se la puede pasar hasta 10 minutos).
Son todos diciéndome: ¡no vayas a trabajar hasta tarde! o ¿te vas a desvelar mucho?
Yo quisiera recompensar tanto amor. A veces solo puedo darles palabras. Elogios, bromas, lecturas, reflexiones… y también regaños, desesperes; que nuevamente se topan con un amor incondicional que redimensiona todo.