Todos, hombres y mujeres, podemos presumir que tenemos alguna manía. Incluso algunos son poseedores no sólo de manías sino de habas, semillas de marañón, pistachos y demás. En mi sweet home nadie se salva. Algunas obsesiones son más simpáticas que otras…
¡Dientes blancos! Cualquiera que vea a Nícolas creerá que el niño de grande será dentista. En cuanto termina de comer, se dirige al baño, toma su cepillo, la pasta y un vaso con agua. Se está en el baño durante laaargo tiempo, dedicándose a limpiar su dentadura para que cuando sonría, nadie lo confunda con Shrek. En las noches, lo normal es que él lleve a sus papás de la mano para que sean ellos quienes lo cepillen antes de acostarse. A diferencia de todos mis hijos cuando tenían su edad, a él no hay que ponerle camisa de fuerza para lavarle sus dientes de conejo.
Chunches y más chunches. Como buenas mujeres, Fátima y Anneliese no salen de nuestra casi si no van con grandes provisiones de cosas inservibles… papeles, juguetes, bufandas, cuadernos, lápices. Digo inútiles porque esto lo llevan cuando salimos a pasear o a visitar a los abuelitos. Lo normal es que la bolsa se quede en el carro, llevando el sol y todos los chunches que se molestaron en meter en sus coquetas bolsas, saborean el olvido. La verdad es que no puedo culparlas, yo siempre ando con mi bolsa llena. Confieso que es una ratonera.
El bote verde. En mi casa no hay espacio para tener un cuarto de chunces. A veces, doy gracias a Dios, a veces anhelo uno. La cuestión es que sí hay bote con cachivaches. Todo aquéllo que yo crea que puede servir, se va a ocupar un espacio. Cuando renuncio a tenerlo es cuando a mis queridos hijos les da por sacar todos los tesoros y entonces el cuarto se convierte en un relajín. Por supuesto, la revisión mensual es obligada. Lo que no tire en una ocasión, lo tiro en la otra… A veces con sangre fría, pienso ¿sería mejor que desechará lo que tengo allí? Lo volteó a ver con cariño y pienso… no, más de algo nos servirá.
Alineación milimétrica. Una de las cosas que no soporto es que la ropa doblada se desordene casi por arte de magia, cuando una manita traviesa saca una blusa, pantalón o falda y no le importa si las prendas de arriba y abajo quedan maltrechas, una y otra vez, se oye: ¿quién agarró ropa y la dejó mal puesta? Los sábados se convierten en los días oficiales para doblar cientos de prendas y colocarlas en el closet… es un orden de ensueño.
Los cumpleaños. No sé si es porque los niños o en todo caso, mis hijos no tienen la dimensión del tiempo, pero Emilio y Anneliese viven para preguntar ¿cuánto falta para mi cumpleaños? Una es de julio y el otro, de noviembre. Se imaginarán el frío que nos da cuando la pregunta la formulan recién acabadas las fiestas navideñas.
Las piñatas. Nícolas es amante de las piñatas piratas. Me explico: no es necesario que sea una obra de arte en papel. Puede ser una bolsa de plástico con dulces, juguetes o aire. Igual él la coloca en una silla, pide una paleta de madera y le pega con todo ahínco, mientras cualquiera que pasa por allí, corea: ¡dale duro!, ¡dale duro!
Oler a… hombre. Emilio delira por echarse Axe Chocolate. Sí, ese desodorante que puede hacer que algunas que otras niñas suspiren. Después de bañarse va y se rocía un poco. Algunas veces, no le basta y también busca el perfume de Renato.
Las llaves y la billetera. En mi casa podían tener cualquier lugar, la manía de Renato era perderlas. Las del carro, la casa… Yo lo molestaba diciéndole que le íbamos a poner un GPS, pero la solución resultó ser más sencilla. Nos regalaron ese maravilloso invento para colocar las llaves y con marcado entusiasmo le buscamos un lugar privilegiado. Desde ese entonces, las llaves están en su lugar. La billetera es otra historia.
Todo sobre la cama. El cuartel general de Ximena es su cama. Siempre está llena de cosas, peluches, papeles, cajas… Yo le digo que un día la van a cargar las cucas. Ese día, arregla y al siguiente ya hay otros mil tesoros sobre su colchón. En cierta ocasión, mi perfume había desaparecido. Lo encontré una mañana que cambiaba sábanas… era de esperarse. Estaba en la cama de Ximena, junto a una perrita de peluche que, para mi incredulidad, estaba más perfumada que Channel.
Quizá la pregunta del millón, podría ser: ¿las manías nos quitan la paz familiar? Algunas sí, otras no. La diferencia es cuando cada uno decide digerirlas con chilito o… sin chilito.