Los ritmos en mi casa son bien diferentes. Mis hijos pueden migrar de rock en español a Mozart en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, hay canciones favoritas que tienen un puesto privilegiado.
La Camisa Negra es un tema que arranca aplausos, bailes arrítmicos y el deseo de repetirla hasta el infinito. Yo soy un ente musical. Necesito música para concentrarme mejor… Así que cuando me dispongo a trabajar en la casa, antes de abrir el Word, pongo la lista de reproducción que ese día me motivará. Soy tradicional y normalmente escucho a Silvio, Mercedes Sosa, Arjona o del recuerdo. Pero no ha pasado una canción cuando escucho una voz, diciéndome: “Mami ¿será que podes poner la Camisa Negra?” Inevitablemente pienso que mis hijos y Oscar Berger hubieran hecho un buen equipo, suspiro resignada y pongo la primera maxicomplacencia. Luego siguen las peticiones de los Malacates y las de Mozart, que mis hijos conocieron gracias a los Mini Einstein.
En un día cualquiera, Emilio baila tango a ritmo de los videos de la Encarta, o pide música de sombrero y Anneliese canta sin cesar ¡Ay Chabela, Chabela, Chaaaabeeeeela!, inspirándose en una canción que escuchó en la casa de sus abuelitos. Fátima solicita música de Mozart y se dipone inmediatamente a bailar con tutú y todo… Ximena alucina con la Oreja de Van Gogh y Nícolas es amante de la radio así que cambia sin escrúpulos de una emisora a otra, y es igual de feliz escuchando la Fiesta, la Ranchera o alguna emisora de alabanzas…
En fin, en mi casa cualquier día es bueno para oír música.