Sabes que eres madre de una niña cuando un mundo rosa te absorbe. Rosa los vestidos, rosa los sueños, rosa las palabras.
En mi casa hay tres musas. Muy diferentes, por cierto, entre una y otra. He de confesar con franqueza que más de alguna vez he sentido celos. Porque en los primeros años, el papá es el hombre de su vida. Luego, llega ese momento estupendo de compenetración entre madre e hija.
Inicia entonces una tierna, jugosa y crujiente etapa. Puedes fundirte en un abrazo con una de tus hijas y comprender instantáneamente su estado de ánimo. Puedes interrogar sus ojos y encontrar la respuesta que buscabas. Con ellas es posible compartir arranques de belleza, porque son capaces de echarse huevo con aceite de oliva en el cabello, sólo porque su mami quiere que tengan una cabellera envidiable. Entienden el tedio de desmaquillarse todas las noches porque ellas mismas están dispuestas a dormir con tubos para amanecer colochas y cambiar de look por un día. Con la misma seriedad de un gerente te piden que “las pintes” o que les ayudes a escoger un atuendo ideal para ir a tal o cual lugar. Se interesan por darte consejos sobre tu ropa y aspecto. Son, sin duda, las jueces más sinceras.
Ximena es la musa excéntrica. Le gustan las bufandas y las combinaciones que necesitan mucha imaginación para que uno se convenza que realmente cuadran una con la otra. Ahora, ha cambiado un poco. Dice que le gustaría que su clase la nombrara para ser candidata a reina del colegio. Eso nunca lo hubiera imaginado de ella, pero igual hemos organizado un complot familiar para conquistar a las votantes.
Fátima, es la princesa por antonomasia. Sueña, baila, da vueltas, viste de rosado, está pendiente de si los niños son guapos… ve o cree ver enamorados por todos lados. En fin, es como una Susanita (Mafalda) redimida, porque a pesar de su realeza es muy servicial. Ximena dice que algunas veces no le gusta jugar con Fátima porque sólo quiere jugar de amor…
Y Anneliese, es la musa desconcertante. Puede ser la niña tierna que se pinta las uñas con marcador y se pone una toalla con tal de tener un largo cabello como Rapunzel; y al mismo tiempo, tiene la capacidad de dirigir cual sargento a sus hermanos pequeños, lanzar una patada digna de una karateca o simplemente jugar fútbol y celebrar los goles.
Renato dice que cuando cualquiera de ellas se case, llorará y llorará y llorará. Yo creo que lloraremos los dos. Renato por un amor, yo por una amiga.