El aroma del mes más lindo del año se instaló en mi casa desde el 1 de noviembre. La audacia se debió a que Ximena preguntaba sin parar ¿Y ahora qué vamos a hacer?, entonces no se nos ocurrió más feliz idea que pedirle que armara el arbolito.  Cuando le dijimos, le brillaron los ojos y varios de sus hermanos saltaron de la emoción.
Así empezó la odisea. Luego del rito de desempolvar la caja donde guardamos todos los enseres, Ximena inició por entender la estructura del arbolito. Que si el pie, que si las ramas que si la estrella… y Emilio y Nícolas no vacilaron en ubicar las bombitas para empezar a jugar con (¿contra?) ellas. Luego que Renato le ayudó a armar el pie del árbol, siguió Ximena con lo demás: el collar dorado que atraviesa los infinitos cuellos del arbol, las esferas rojas y plateadas, la estrella dorada… como ven nuestro árbol es multicolor.
Pero el momento fabulántastico fue cuando probaron las luces. Nícolas gritaba, Emilio trataba de enredarse en ellas, Ximena defendía su obra y Renato trataba de poner orden en el asunto.  Minutos después de iniciar la batalla, la Xime se dio por vencida. No podía trabajar con sus hermanos. 
Ellos quitaban las bolitas y las colocaban todas en una rama (típico), Nícolas tuve un lapsus y pensó que las esferas navideñas eran piñata y empezó a pegarles con su mano,  Emilio seguía empecinado con que las luces debían cubrirlo a él, de repente así lograba ver a Santa…   Convencimos a Ximena que volviera a intentarlo.  Y un poco contra su voluntad, lo hizo.  Milagrosamente, todos nuestros foquitos funcionaron.  Los colocaron en el árbol y entonces brilló el espíritu navideño.  Cuando se encendieron las luces, fue más fácil hacer las paces entre hermanos.  
Fátima estaba interesada en armar el Nacimiento. No pudo hacerlo, pues las figuras habían sucumbido bajo la fuerza de la tormenta Nícolas.  Ella tenía mucho ilusión en colocarlo pues el año pasado, ella y Ximena pintaron el misterio y de una pieza de barro cambió a una obra de arte. Prometimos que compraríamos nuevas figuras.  Lo único que había era aserrín. Según nosotros, lo guardamos de forma segura al terminar el arbolito, pero minutos después, al entrar a una habitación encontré a Nícolas tapizando el suelo de todos colores.  Agregamos a nuestra lista de compras: aserrín de colores vivos.

Algunas de nuestras visitas se han impresionado por encontrar el arbolito instalado desde ya. Nos dicen que le ganamos a Cemaco.  Yo sé que no, no logramos ganarle a Cemaco. En lo único que creo que lo superamos es que alrededor de nuestro árbol y Nacimiento se reúne la familia, se abrazan los hermanos, se plasma un beso de madre a hija, se perdonan los agravios con más prontitud, se juega más alegre… es sinónimo de Navidad bajo un techo.

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.