Nuestras miradas se cruzaron aunque alrededor de nosotros había 100 ojos más.
Me ofreciste el lugar y yo me senté con ingenuidad sin adivinar que tú lo
tenías todo planeado.
bienaventurado que salió a la perfección. Hubo cortejos, sorpresas,
vacilaciones, certezas… 15 de septiembre fue la fecha de nuestro compromiso y
han pasado ya 15 abriles y me encanta
darme cuenta que cuando nuestras miradas se vuelven a encontrar hay un retorno a nuestros orígenes.
Recuerdo que una de mis convicciones juveniles más firmes era pensar que no iba a casarme. La razón era porque me consideraba una mujer poco abnegada, nada hogareña y demasiado fría para amar a una familia. Escudriño mi interior, mi interior presente e inevitablemente me pregunto ¿cómo llegué a ser quien soy? Mucho, muchísimo te lo debo a ti, Renato. Tú me enseñaste a ser madre, a preocuparme por mis hijos, por mi casa; tú me entusiasmaste con las actividades al aire libre, con las palabras y bromas que encandilan a nuestros hijos.
Dicen que el bien es expansivo y eso puedo comprobarlo todos los días: tu mirada me calma ante una dificultad o enojo. Tu serenidad apaga mis tontos ajetreos, tu sonrisa convoca a la paz, al «no problem».
Las dudas caben siempre en mi cabeza (ya sabes cómo soy) y a veces pienso ¿cómo estaría ahora si no me hubiera casado? ¿Sería una intelectual influyente como siempre lo había soñado? Mi sonrisa irónica me da la respuesta: mi vida sería muy diferente. Mi pasividad le hubiera ganado a mis sueños. Mis siestas se hubieran convertido en el mejor colchón para mandar a dormir a mis metas. Así que lo que soy ahora personal y profesionalmente, te lo debo a ti y a nuestros hijos. Gracias por elegirme como compañera de camino. Gracias por ser un estratega del destino.
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Estamos de fiesta: ¡el dueño de la Marimba estará de cumple este 25 de julio!