Nadie se salva de los rojos. Ya sea en las calificaciones o en la cuenta bancaria, éstos aparecen siempre. La mejor estrategia ante ellos es pintarlos de negro. Por salud mental, facial y actitudinal el rojo debe ser eliminado, sobre todo, de la billetera. Algunos pueden pensar que una familia numerosa vive siempre en números rojos. Yo diría que algunas veces sí y otras, simplemente se gana la batalla cuerpo a cuerpo, con las armas del ingenio y la austeridad.
Sería ingenuo escribir que no se pasan penas, que todos los meses alcanza (y sobra) el dinero, que podemos consentir caprichos por doquier sin pensar en cómo afectará al presupuesto… pero aunque así lo afirmáramos, pocos nos creerían. Sí, muchas veces nos hemos tronado los dedos pensando (como muchos otros) ¿qué hacemos para que alcance el dinero?

Pero, también sería ingenuo pensar que las angustias monetarias son directamente proporcionales al número de hijos. Nada más falso que esto. Los padres tenemos telescopios para palpar las necesidades económicas a mediano y largo plazo. Y eso nos sirve para armarnos ante el enemigo y -lo más importante- enseñar a nuestros hijos a emprender pequeños negocios en beneficio de toda la familia. De hecho, Ximena ya a sus cinco años, preguntaba ¿qué podríamos vender?
El primer negocio lamentablemente fue fallido. Con entusiasmo Ximena, Fátima y yo preparamos paletas de chocolate. El domingo, la venta fue medianamente exitosa porque teníamos presas fáciles: primos y más primos. Pero todo fue que las paletas las lleváramos al colegio y allí inevitablemente quebramos. Por un error de comunicación, algunos niños pensaron que las paletas eran un regalo; otros ofrecieron pagar pero aún los tenemos en nuestra cartera de morosos, o en el libro verde, si lo quiere ver desde la perspectiva de José Milla. Nos resignamos y guardamos los moldes en lo más profundo del horno. Mis hijas aún no estaban preparadas para convertirse en ejecutivas de ventas.
Luego, vino el negocio de pintacaritas. Ése alcanzó fama. Con el lema «el volumen es lo que cuenta» mis hijas anunciaron que en la casa 49 se practicaba este arte, los interesados únicamente debían pagar Q1. Artesanalmente diseñaron afiches, los pegaron en tiendas y lugares de alta circulación y esperaron frente a nuestra casa. Aparecieron 1,2,3 niños… pero con mucho tiempo de por medio. Entonces Fátima tomó una arriesgada decisión. Lanzó una promoción: los menores de cinco años, gratis. Llegaron no sé cuántos niños, los diseños se diversificaron y cerraron su primer día de operaciones con Q7 de ganancia. El negocio siguió pero se extinguió al ritmo de las vacaciones.
Luego, entre todos o casi todos, hemos vendido huevos, ropa, bufandas, zapatos, dibujos…
Aunque las ventas nos han ayudado en nuestras finanzas, Renato y yo somos conscientes que muchas veces nuestros hijos se han portado campeones. Sin miedo a que se «frustren» por no poseer algo material, les hemos explicado que no podemos asumir tal o cual gasto porque es necesario cubrir otras necesidades. En esto tratamos de buscar un balance. No decir a todo no, pero tampoco a todo sí. Y de este criterio se derivan políticas familiares como que cada uno tiene una cuota diaria para gastar en la tienda. Así, con ingenio organizan su quetzal para comprar 2 ó 3 nimiedades.
Por supuesto, no siempre les agrada y a veces con picardía intentar disuadir a sus papás para que aumenten la cuota.En pocas ocasiones, se rompe el maleficio.
Sin embargo, tratamos de programar con más o menos regularidad excepciones. Y esos días se vuelven memorables: el paseo al Irtra, el almuerzo en Burguer, la visita al Museo del Niño, la ropa especial para un evento, los helados de cono en lugar de los de hielo… Todo se valora más porque se dimensiona en su justa medida.
Hace poco y después de algunos años de solicitarlo, inscribimos a las tres mujeres en un curso de Iniciación Artística. Cuando se los dijimos, estaban radiantes. Es algo que anhelaron; ahora que lo tienen lo valoran y -lo mejor- se lo disfrutan.

Renato y yo queremos animarlas a establecer nuevamente un pequeño negocio, para que con constancia les sea posible obtener ganancias que luego puedan invertir en lo que deseen. No dudamos, sin embargo, que su deseo se extenderá a toda la familia como cuando Ximena tuvo un «exitoso» cumpleaños en el que le regalaron algún dinerito, y con generosidad invitó a sus hermanos más pequeños para que junto con ella se dieran un gustito.

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.