Hay cosas que el dinero no puede comprar. Un hermano es una de ellas. Es una afirmación que rebosa verdad, pero el ilusionismo del día a día, no te deja ver su contundencia. Mientras recordaba, rezaba o lloraba por mi hermano, «mis preocupaciones» desfilaban frente a mí. ¿Qué hacía yo pensando en si el dinero me alcanzaba o no? ¿Por qué o para qué trabajaba como loca? ¿Qué sentido tiene si al final del día puedo perder a mi hermano en un santiamén? Y mi conciencia se movía como péndulo… de un lado, me cuestionaba eso y del otro me examinaba ¿le demostré cuánto lo quería? El amor es lo único que te llevas… ¿cuánto le di yo?

Ha sido una semana larga. La tristeza y la preocupación parece que son las únicas que pueden detener el reloj. Todo va lento. Los procedimientos médicos, las noticias, los contactos para obtener un pase y visitarlo sin muchas restricciones. Y al mismo tiempo, le pides a las alturas, que pasen los días, que llegue el día de la operación… o el día de la curación o el día en que puedas abrazarlo.

Mi turno llegó el miércoles. Junto con mi cuñada logramos entrar de contrabando al hospital, y tras rogar que nos dejaran pasar a su cama, logramos unos minutos para cada una. Lo besé varias veces en la frente y le conté cuanta gente ha estado pendiente de él, cuantos nos han acompañado con su oración y su cariño. No podía abrir los ojos, pero me escuchaba y sonreía. El hermano bonachón seguía allí. 

Ahora, aprovecho cualquier momento para pedirle a los marimberos que recen por él, que ofrezcan sacrificios y pidan por su salud. Una noche le dije a Emilio: 

– «Hay rezas por tu tío Adam»
– ¡Ya recé! me respondió con una sonrisa.

Luego, todos estos días él está en mi pensamiento. Cuando un ser querido sufre, todo lo que está a tu alrededor desaparece y solo queda lo que vale la pena. Pero ¿qué pasará después? ¿Qué haré yo para que este despertador me dure todo el tiempo y no caiga en las manos de la rutina? 

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.