Llegó a nuestras vidas de forma inesperada  y por la módica cantidad de 10 tuquis. El escepticismo rodeó su arribo a nuestro dulce hogar. Renato se oponía a más peluches y Fátima se empecinaba en gastar sus ahorros en un cerdito peludo.  Pudo más la ternura ilimitada de nuestro segundo retoño, así que Pig pasó a formar parte de nuestro conjunto musical…

El dueño de la Marimba apostaba a que en una semana, el pobre peluche iba a andar por allí sin rumbo fijo… Asombrosamente no fue así.Ya van casi dos años y Pig sigue siendo el inseparable compañero de Fátima. Pero cuando digo inseparable es en serio..  Ni siquiera la casita de Polly Pocket, su barbie  y su set para hacer collares que le regalaron para Navidad han logrado destronarlo.

De repente estamos cenando y cuando volteo a ver, Pig está perfectamente acomodado en una silla, o ha sido colocado en posición estratégica para que simule que él también está comiendo.  Como lo llevan de un lado a otro se ensucia con rapidez pero para lavarlo hay que hacer toda una estrategia de persuasión. A Fátima no le gusta verlo colgado de la patita y ¡mucho menos de la colita!  Un día me topé con PIG y le vi la pata envuelta en papel higiénico. Por curiosidad, le pregunté a Fátima de qué estaba jugando con su peluche y me dijo: «No, es que lo enyesé porque lo colgaron de su pa-ti-ta…»  Yo no tuve más que reírme (con disimulo, por supuesto, porque si no me desheredaban).

Si te levantas por la madrugada y aprovechas a tapar a media humanidad, seguro encontrarás al cerdito cubierto con una colchita especial y a la par de su dueña.

Lo que me causa especial gracia es que Fátima se indigna cuando Mcdonalds promociona el McRib… eso de «pura costilla de cerdo» es una amenaza latente para su PIG. Otra cosa que la molesta sobremanera es que cualquiera lo llame cochinito o lo peor, coche… «¡El es un cerdito bonito!», dice en su defensa.

Hace ya algún tiempo, se le descosió una ceja. La solicitud llegó pronto: ¿puedes solucionarlo? Yo dudé, pero le dije que haría todo lo posible. Resultó imposible, nunca lo arreglé (mea culpa), ahora es un cerdito sin ceja, pero sigue siendo el dueño del corazón de Fátima y así como vamos, estoy segura que lo guardará para que sus hijos gocen también de él. 

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.