¿Por qué aún arrullo a mis hijos?

El amor no trae fecha de vencimiento y cuando se trata de nuestros hijos, menos. La verdad es que aún disfruto cargar a mis hijos, ya sea al de 5 años o a la de 15.

Recién el domingo, el menor se quedó dormido en mis brazos e hice un repaso de su breve niñez. Y es que hay caricias especiales cuando es la hora de cargarlos: me encanta pasar mis manos por sus cejas, soplar su cabello y despeinarlos levemente, también me gusta pasar mi dedo índice por el contorno de su nariz.
Imagino lo que sueña en ese momento. Le doy un beso sobre cada ojo, memorizo la forma de su mentón y de sus orejas. Quiero que todo quede grabado en mi cabeza de mamá. Lo abrazo fuerte sin que se dé cuenta, mientras pienso que desearía que todo el tiempo estuviera junto a mí.
Ahora, con las adolescentes, el tiempo que puedo hacer esto aunque es menor (ya pesan mucho como para cargarlas por largas horas), me lo disfruto igual. Me encanta mecerlas, acariciar su cabello, sonreírles y susurrar. En secreto les pregunto si aún son mis bebés… en secreto responden que sí.
A veces pienso que no abrazo a mis hijos todo lo que debo. Y creo que a veces es porque me gana la velocidad de la vida diaria. El desayuno, el almuerzo, la cena, las refas, el cole, el precio del cole, los deberes, el oficio de la casa, los deseos de ser una mamá perfecta… Dios mío, motivos para rendirnos ante el estrés sobran, PERO por eso existen los abrazos. Y por eso existen los arrullos.
Los arrullos y los abrazos existen simplemente para convertir nuestro amor en algo tangible, para decirles a nuestros hijos que para nosotros son lo más importante, para contagiarlos de nuestros sueños y quereres, para crear recuerdos de intimidad que nunca olvidaremos.

 

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.