A+B= C.  Uno de mis hijos me ha lanzado una pregunta con la precisión de un francotirador y aunque yo tengo clara la respuesta, a veces la sorpresa me supera… Son esas preguntas que, movidos por la curiosidad natural, nuestros hijos lanzan y esperan que sean resueltas con igual naturalidad, soltura y claridad. Pero ¿cómo ganarle a la sorpresa? ¿Cómo recuperarse del primer impacto de una pregunta inesperada que llegó quizá cuando íbamos en el carro o mientras cocinábamos la cena?

A mí me ha servido una táctica para recuperarme del primer ¡ijj! mental.Casi siempre les pregunto: ¿qué sabes tú de eso? ¿dónde lo escuchaste? Además de ganar tiempo para armar mi respuesta,  me sirve para enterarme de detalles interesantes sobre el ambiente en el que mis hijos se desenvuelven: colegio, bus, etc.

Anneliese me pidió un día hablar en privado. Sin mayores rodeos me preguntó:
¿Qué es sexo?
– Dónde lo escuchaste
– Una mi amiga me dijo que… (el sonrojo me gana y no quiero plasmar lo que le dijo ¡una niña de seis años!)
– Ya. Cuando dos personas se aman de verdad, es natural que quieran demostrar su amor. Pueden hacerlo con besos y caricias, el sexo es una expresión del amor que tienen dos personas. Pero es una demostración que solo debe existir entre esposos.
– ¿Por qué?
– Porque el papá puede sembrar una semillita y es posible que la mamá quede embarazada, y el bebé que nazca necesita una familia que lo cuide, lo proteja y lo quiera.

Se quedó tranquila con esa respuesta. He de aclarar que cuando Anneliese me lo preguntó tenía seis años. Para mis hijas de diez y nueve, la explicación va más allá de la semillita pero todo adecuado a la edad y forma de ver la vida. No es lo mismo explicar el amor y la sexualidad a la Ximena-artista-crítica que a Fátima-eterna enamorada. Sin embargo, para cualquier edad y género hay un criterio que, entre otros, Renato y yo seguimos: los pajaritos se comieron a los panitos… no hay nombres ancestrales ni ocurrentes para designar a los órganos del aparato reproductor. Al pan, pan y al vino, vino.  

Confieso que con este tema sufrí al imaginar las preguntas, pero un día me topé con el Manual de educación para el amor, el cual contiene sugerencias sobre cómo puede abordarse el tema según cada edad y brinda valiosas recomendaciones para que ambos padres sepamos cómo orientar a nuestros hijos. 

Otro aspecto que Renato y yo tratamos que se cuide en nuestra casa es la selección de programas televisivos y el cuidado de los anuncios. Les hemos explicado a nuestros hijos la importancia de poseer un corazón limpio y uno de los medios es cuidar lo que se ve. Así que allí tenemos a las mayores que espontáneamente se preocupan por tener cerca el control de la televisión, para cambiar por si desfila un anuncio inapropiado. Me gusta darme cuenta que mis hijas lo hacen aunque nosotros no estemos presentes, es decir ellas ya tienen cierto criterio para discernir qué deben ver.  No se trata de simples restricciones o de coartar la libertad, se trata de aplicar lo que bien decía mi héroe Chesterton: «el fin de tener una mente abierta es llenarla con algo valioso».

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.