Las idas al mercado son siempre una aventura. Yo soy fiel al de la colonia que me vio crecer. Conozco a algunas vendedoras y he aprendido también uno que otro chivo. Mis hijos se apuntan siempre para acompañarme, pero yo trato de escaparme… puedo llevarme a dos o tres, pero no a cinco…

Desde siempre, Renato ha insistido que me los lleve. Pero yo, mandona, invariablemente le contesto: “o compro o cuido niños, pero no puedo hacer las dos cosas al mismo tiempo”. Así que algunos se ganan su derecho a acompañarme si se portan bien en Misa. A otros, me los persuado para que solo acompañen a su papi cuando vaya a traerme.

Generalmente, son Ximena, Fátima y Anneliese las que no se pierden el “paseo”. Ya conocen el recorrido. Primero a la pollería, después a los embutidos, luego a comprar canela y cebolla de tallo. El cuarto turno lo tiene la Mechita, donde compro la mayor parte de la verdura. Si los tomates están muy caros allí, le quemo la canilla y me voy a preguntarle a la Martita. De vez en cuando, pasamos comprando chocolate y fideos para chao-mein. Una de las últimas paradas es en la fruta, luego, los limones, el queso y las chucherías de quetzal. SI algún abarrote nos falta, pasamos entonces donde el colocho. Si nos alcanzó, compramos habas o granizadas o alguna película.

Más de alguna vez, mis hijas se han sorprendido por los precios de las verduras. Yo solo les hago cara de “ya viste, la vida no es fácil…”, pero últimamente han tenido a bien tomar dos actitudes.

– Acusarme. “Mami, es que tú intimidas a los vendedores”. Yo digo que pongo cara de brincona porque entonces me dicen más suavecito: «mucho regateas… qué vergüenza, pobre vendedor…» Por única respuesta, tienen un comentario más o menos así: «Nee, si no regateo no nos alcanza, además, vos qué crees que me van a dar más barato de lo que compran, si uno no regatea… olvídate”.  Con estos episodios, recuerdo que a mí de pequeña me daba pena pedir rebajas, es más no me gustaba ir al mercado… pero justo el domingo pasado, yo estaba pidiendo descuentos en el limón. Para la época navideña, el limón s
 iempre sube, parejo… aunque no todos seamos bolitos. Entonces a mi vendedor oficial de limones, le pedí que me dejara a Q2.00 la mano que me daba a Q2.50. Que si, que no, al final me paró dando el medio ciento a Q18 o sea a Q1.80 la mano. Algo logré con mis intimidaciones, ¿no creen?

– Se ha convertido en ocasión de competencia para sugerir comidas que no a todos les gustan. Por ejemplo, Fátima es enemiga a muerte del perulero, de las arvejas chinas, del güisquil. Entonces, Ximena pregunta “Mechita, a cómo el perulero” ¡a seis por cinco! «Mami, compra está barato». Fátima la ve con ojos de venganza… A veces me dice: “no mires la arveja china…”  Pero, si el ejote está carisisísimo es fácil que yo la voltee a ver con ojitos de veni’acá. Este domingo, compré zuchini y las dos pusieron  ojos de ¡nooooooooooo! pero confío que cuando los cocine, les gustarán.

Aunque hace algunos años, me habría parecido una broma pensar que ir al mercado sería uno de mis mayores placeres. Ahora, cada domingo, es como que me abrieran una puerta a un mundo que me gusta: las ofertas, las curiosidades, el griterío, los olores a frutas, los vendedores de siempre… todo es alimento para los sentidos y medio  paratransmitir mis  estrategias de ahorro y persuasión.

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La  Marimba está  muuuuuuuuuuy agradecida con nuestra amiga y talentosa artista Cossete Guillermo, diseñadora de nuestra nueva ilustración. 

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.