¡Hola! Soy yo, la que te ha cantado villancicos desafinados durante estos últimos días. Me gusta mucho cantarte porque creo que así aprovecho más mi oración… de lo contrario, se me va la onda a cada rato y me cuesta más expresar cuánto te quiero. Cuando estoy con Sebastián, me gusta imaginar que Tú eres él… a pesar que el «gordo» se mueve como loco cuando lo cargo (te cuento, que ¡ya camina!)
Hoy me decidí a escribirte. Primero, había pensado que quería contarte las idas y venidas de mi familia… lo de nuestra casa, y todos los deseos que tenemos y quisiéramos alcanzar durante el próximo año. (¡Ayer compré un número de la lotería, así que ¡pilitas!). Pero luego, cada vez que veo cuánta gente hay sufriendo a mi alrededor, quisiera dejar de lado mis nimiedades (también la lotería) y ponerte a ellos enfrente.
Señor, ¡ayúdanos a mostrarles a nuestros hijos el camino de la misericordia y de la caridad! Que lo que nuestros ojos vean sea un despertador para nuestra alma. Ayer, Ximena lloró cuando en una gasolinera se acercó un niño a ofrecernos naranjas. A Q5 la mano. Estaban caras, pero se las compramos. Le regalamos unos brownies que llevábamos para Emilio… Mientras veía cómo se alejaba y se disponía a comer sus pastelitos, recorría en mi cabeza a cuánta gente vi comprando juguetes carísimos. Yo misma, había comprado zapatos coquetos para mis hijas y hubo un momento, mi Niño, en el que me arrepentí de no haber buscado una opción más económica. Cuando me volteé, la Xime estaba llorando amargamente, el niño canchito de las naranjas la conmovió hasta las lágrimas. (¿Tú también la viste, verdad?).
¡Jesús, quiero ser más compasiva..!, ¡Quiero ayudarte para que menos gente sufra! ¡Dame la sabiduría y la fortaleza para educar a mis hijos para que sean pobres de espíritu! (¿Sabes que de niña nunca entendía eso de «pobres de espíritu»… porque me parecía que el espíritu debía ser rico, magnánimo para llegar al cielo… ahora ya lo entiendo, pero me cuesta vivirlo, Tú ya lo sabes).
Hemos estado rezando en familia el Rosario de los Niños, y meditando el ejemplo de los que presenciaron tu Nacimiento: los pastores, los reyes magos, San José… y ¡nos gustaría tanto aprender de ellos! ¡Danos Tú la gracia para imitarlos! Ayúdanos a entender que la Navidad es eterna, que siempre deberíamos arropar a los demás, así como lo hacemos ahora Contigo… que siempre te veamos en el hambriento, y le demos de comer; en el sediento, y le demos de beber; en el desnudo, y lo vistamos…
Mi Niño, termino ahora mi rato de oración pero, durante el día, procuraré tirarte besitos y ya sabes de quién es la voz desafinada que canta villancicos…
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¡Que tengan una santa y feliz Navidad!