Nuestro ingenioso marimbero partió al colegio este año. Estaba ilusionado, emocionadísimo por aprender. Estos primeros meses nos ha sorprendido con simpáticos hechos, preguntas y demandas.
Intentaré compartirles algunas que he guardado en mi corazón de madre y que me hacen sonreír (o incluso carcajearme) en cualquier momento.
Su mochilona: Desde hace dos años nos obsequiaron una mochila de Ronald Mcdonald. Por un tiempo, la usó Nícolas pero luego quedó esperando turno para Sebastián. Los primeros días se la llevó hasta que recordó un regalo que su tío Adam le había hecho hacía unos meses. Era una mochila azul, enorme. Casi podría atreverme a decir que Sebastián mismo cabía allí dentro. A pesar del tamaño, Sebas tuvo la osadía de llevarla a su colegio. Traté de persuadirlo pero se negó. No escuchó razones y se dispuso a guardar en ella su agenda.
Era muy simpático verlo caminar. Por más que estrechamos los tirantes, la mochila casi casi se arrastraba. Después de varias semanas de llevarla con convicción, un día me dijo: «Mami, creo que me equivoqué. Mejor me llevo la otra mochila».
Sus clases de anatomía: por varias semanas, Sebas estuvo repitiendo las funciones del corazón, los pulmones, los intestinos… Era una gozada oírlo. Sin palabras raras ni complicaciones entendió el proceso que sigue el agua antes de convertirse en orina, por ejemplo. Cada vez que Sebastián nos ilustraba, Rafita y yo nos veíamos sonrientes con cara de asombradas por lo que nos contaba.
Los piropos: está comprobado que es un hombre coqueto. Su tía Lucy le regaló una chumpa del Barsa. Él quería llevársela al colegio pero le dije que debía llevarse el suéter de su uniforme. Un día, regresó diciéndome: Mami, mañana me tenés que poner mi chumpa nueva porque hoy Any no me dijo guapo. Yo le volví a decir que debía llevar su suéter del cole. Él replicó: entonces mañana me voy a levantar temprano para hacerme un penacho y así Any me va a decir que soy guapo. No pude más que decirle: ¡tú siempre eres guapo!
El que pasa lista: ese ha de ser Sebastián. Sobre todo en los primeros meses, enumeraba a sus compañeros. Nombre y apellido. Si era posible, dos nombres y apellido. De hecho, al enseñarle las fotografías que publican en la fanpage de su colegio, él va diciendo los nombres de cada uno.
Su arte: siempre le ha gustado pintar. Pero ahora, lo disfruta cada vez más. A veces regresa del colegio, toma agua y luego empieza a pintar con temperas, crayones o marcadores. Tiene dos paredes de nuestra casa totalmente tapizadas con sus obras de arte. Y hay de aquel se atreva a quitar una de sus pinturas. Hace poco decidió señalizar la casa para que todos supiéramos qué camino tomar si queríamos apreciar su arte. En dos hojas, dibujó flechas, las pintó y me pidió que le escribiera: Obras de arte de Sebastián.
Palabras cruzadas y palabras elegantes: es simpático escuchar cuando pronuncia el nuevo vocabulario que ha ido aprendiendo. Por ejemplo, un día comentó algo que había hecho. Ximena -siempre cariñosa con el sol de la Marimba- le dijo:
– Me inspiras, Sebastián.
– Es obvio, respondió él sin tapujos.
Pero también se le cruzan algunas palabras. Por ejemplo no hay forma que diga correctamente pachón. Siempre dice: «Chapón»…
Y las palabras también le han servido para defenderse y disparar dardos cuando pelea con sus hermanos. Un día de esos que había guerra de palabras, Sebastián empezó a atacar, diciendo:
Emilio no es bueno en Matemáticas..
Nícolas es bebé de pre-kinder…
Pero independientemente de todas estas anécdotas, me encanta ver en Sebastián esa chispa cuando aprende algo nuevo, y ese amor por el aprendizaje que a su corta edad ya siente. Me consta. Todo lo debemos al maravilloso Colegio Irogama y, por supuesto, a sus hermanos… porque nadie duda que el Sebas tiene las suyas y las ajenas.