Nícolas, Nícolas, Nícolas. El chin chin de la familia. Cuando nació era un pan de Dios. Dooormía unas deliciosas cinco horas seguidas, se levantaba a comer y se volvía a dormir. Esperaba pacientemente su pacha y las atenciones. Ahora, es un niño con turbo incorporado que vuela por toda la casa persiguiendo a sus hermanos.  Ahora, tiene las suyas y las ajenas.
Es capaz de asustar a cualquiera de sus hermanos con sus gritos de descontento. Es capaz de arrancar de las manos de cualquiera, el juguete que él quiere. Es capaz de cambiar la cara fruncida de su mamá, cuando con su boca levantada, él también muestra descontento por el regaño. Aprendió a hacer ojitos y a tirar besos desde muy chiquito y ahora es su mejor estrategia para cualquier situación.
Pero lo que más me gusta de Nícolas, es que ha provocado que mis hijos se conviertan en padres.  Me explico. En una familia numerosa, todos tratan de estar pendientes de todos. Así que, Fátima desde que tenía 6 años, se aventuraba a cambiarle el pañal (lo hacía muy bien) y era la primera que sentía cuando Nícolas se despertaba. Entonces, se pasaba a su cuna y lo entretenía por más de 45 minutos. Cuando era inevitable, y Nícolas quería pacha, entonces iba a despertar a sus papás.  Ximena es como su grúa y lo vive subiendo a lugares aún inalcanzables para él. Anneliese y Emilio se han encargado de transmitirle toooodos sus conocimientos y picardías. Emilio, es capaz de abrazarlo hasta que los dos caen al suelo, por supuesto, doblados de la risa.
Sí Nícolas llora, y Renato está preparando una pacha y yo bañando a alguien; es seguro que cualquiera de sus hermanos lo atenderá, le cantará o le contará un cuento….
Cuando me asalta la duda ¿será que estoy educando bien a mis hijos?, recuerdo esa frase de la película El Estudiante: “¿De verdad quieres ayudarles? Enséñales a amar. En una familia numerosa, enseñar a amar se da con espontaneidad. Como diría Ximena, es pan comido.
 Para muestra, un botón. Nícolas recién nacido. Fátima lo contempla, Emilio le diche: Shu, shu, shu, shu…
Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.