Creo que me vi en él porque cuando se enfrentan cuerpo a cuerpo los quehaceres del hogar y de la atención de la familia, no pueden pasar desapercibidos esos momentos en los que uno quisiera salir corriendo. Pero si lo intenta, descubre que hay imanes poderosos que lo atan a lo que se ama. Así que los escapes se convierten en colazos, ahí nomás a la vuelta de la esquina y después, el amor reclama regresar junto al objeto que despierta tanta pasión.
Los ansiados días de vacaciones fueron toda una experiencia. Era como ir subido en un caballo y no poder parar.
Emilio se estaba bañando, Nícolas pedía pacha, el agua hervía y hervía anunciando que ya era hora de bañar al próximo niño, sacaba a Emilio, tiraba el agua, la cual no se iba porque la ducha se tapó… a la gran… le daba su pacha a Nícolas, él pedía un cojín… Emilio protestaba porque le elegí una playera que no era de los Transformers, Ximena protestaba por las tareas asignadas, Fátima llegaba acusando a Anneliese porque ella le había sacado la lengua y después la pellizcó… las pechugas para el pepián no se descongelaban… no podía abrir el vaso de la licuadora… el agua empezaba a evaporarse, así que gritaba “No se me atraviesen que voy con agua calienteeeeee”, bañaba a Anneliese, la dejaba jugar un rato, para mientras lavaba las pantalonetas en las que Nícolas se había hecho del 1, del 2 y del 3… , ponía el agua para bañar a la próxima víctima mientras le pedía a Santa que de regalo me llevara un calentador nuevo, sonaba el teléfono: era uno de mis clientes de las consultorías que si ya le tenía corregido su documento … que sí, sí ya está listo ¿puedo enviárselo con mi esposo? Tocaban la puerta, era un señor desfasado preguntando si allí todavía vendíamos medicina… No, ya no vendemos, adiós. ¿Muchá donde está Anneliese? ¡Sigue en el baño! Voy y la encuentro feliz de estar en el agua pero más arrugada… A sacarla, vestirla, echar el agua para la próxima víctima, poner más agua mientras pensaba pestes sobre los calentadores gachos que se arruinan tan rápido… es una injusticia. Al fin se descongelaron las pechugas, se me quemó más de la cuenta el ajonjolí y la pepitoria… algo se me olvida del Pepián, ¿qué será, qué será..? (10 días después recordé que no le había echado chile pasa), se me quebró una ensaladera que estaba en la cúspide de los platos sucios, que aunque grande no era más grande que la montaña de ropa que tenía acumulada porque nuestra lavadora necesitaba reparación… Cada día eran 35 prendas sucias que se unían al festín. Día 1: 35, día 2: 70, día 3: 105, día 4: o componemos la lavadora o ahorita mismo voy a comprar una nueva (con qué pistillo me preguntaba mi conciencia), el método de presión psicológica funcionó. Esa misma noche la lavadora estaba reparada. Al fin, terminé de bañar niños y ahora a perseguirlos para que cada uno hiciera su tarea, luego ser árbitro para que no se pelearan por el fresco que harían ese día; luego averiguar donde andaba Nícolas, la respuesta me dio escalofríos: está en el baño y regó toda la pasta de dientes en el piso… fui a ver y no era solo el piso, el inodoro, la mesita… mientras tanto, Emilio obtenía un raspón más por andar corriendo, el Rabito descubría la ropa y la regaba por todo el patio, Anneliese se peleaba con Ximena, la desalmada madre pez se comía a sus huevecillos que según yo pronto se convertirían en mis nuevos nietos, la reprendí mientras le bajaba volumen a la radio Disney que ya me estaba provocando alucinaciones de Micky Mouse. ¡¿Dios, qué hora es?! Las 12:30, ya va a venir Renato y no va a estar el almuerzo, toda la tropa a ayudarme… Nícolas se quiere dormir…
Me doy cuenta que no tengo culantro, así que le pedí a Ximena que fuera a atalayar a la señora de la verdura que pasa de cuando en vez, no encuentro las fichas, solo necesito una de a 50 len, Fátima me anuncia que debido al aire, se cayó la cortina, el Rabito se escapó, Renato llegó, el culantro también… unos minutos y el almuerzo está listo. Tomamos cafecito, un pestañazo no cae mal a esas horas del día, vamos a jugar a la calle, Emilio se vuelve a accidentar, el Rabito se comió la grama de una casa ajena, se nos olvidó apartar tortas así que es probable que nos quedemos sin pan ¡buuuuuuuuuuaaaa!, esa noche veríamos una peli con Renato pero que si no se pudo porque haciéndonos los dormidos para que otros sujetos cayeran en los brazos de Morfeo, sentimos hasta el otro día, así que adiós al plan A, y el B fue un resultado obligado.
¡Auxilio! ¿Algún día esto acabará? Renato me molesta y me dice “A descansar al cementerio…” yo imagino mi panteón y le digo… ni cuenta me voy a dar del descanso si ya no siento nada. Nos reímos de buena gana, respiramos y volvemos a la faena. Pero de repente, me paro en seco ¿todo esto tiene algún sentido? ¿Lo tiene?
Respiro, respiro, respiro y descubro. Pero no descubro para consolarme, descubro como descubren los niños. Nícolas se emociona cuando mira la Luna, sale a nuestro encuentro cuando llegamos del trabajo, lleva sus brazos abiertos y la emoción inunda su boca ¡Mapa! (o sea mamá y papá)… Ximena me abraza como una bebé, me dice te quiero, te extrañé… me confía sus anhelos, Fátima me hace ojos de pizpireta y me molesta diciéndome ¿Qué tal, nena? Emilio me pide: ¿podés cargarme aunque sea sentada?, Anneliese me da un abrazo que más parece una llave al cuello, Ximena se preocupa genuinamente porque un día logré dormirme a las 4 de la mañana, y se afana por preparar un rico desayuno para su mí y sus hermanos.
Descubrimientos simples pero que cavan profundo tu interior hasta que se convierten en esos imanes que mencionaba al principio. Ayer, releí una entrevista que me inspira. Es de un nómada que vivió buena parte de su vida en el desierto, entre otras cosas dice: “Aquí, tenéis reloj. Allá, tenemos tiempo”. Vuelvo a respirar y pienso: algunos tienen comodidad, nosotros vivimos.