1. Digámosles la verdad. Lo asombroso es que nuestra inclinación natural de esconder la verdad para “protegerlos” resulta socavando la confianza que nos tienen. Esto incluye minimizar lo que pasa.
Si los niños vienen con preguntas, contestemos con sinceridad, de acuerdo a su madurez, con las palabras adecuadas y los detalles pertinentes.
No los subestimemos, démosles la oportunidad de procesar la situación con nosotros en vez de otorgar ese espacio a algún desconocido que se los dirá quizás con morbo, sin empatía o con información incorrecta.
2. Está bien que nos vean tristes. Es desconcertante para un niño percibir que algo muy malo pasa pero ver que papá o mamá no están en sintonía. Es necesario que nosotros marquemos el camino, inclusive con el manejo de nuestros propios sentimientos en tiempos de dificultad. Esto indica que las cosas no son como debieran ser y enseña a los niños que es aceptable sentir lo que haya que sentir en medio del dolor. Nombremos lo que sentimos: “mamá está triste porque esa familia ya no tiene casa”. Es congruente mostrar preocupación, tristeza y consternación ante las tragedias. La Biblia registra que Jesús lloró, entonces no solo tenemos permiso, sino el ejemplo supremo de lo saludable y bueno que es ser líderes vulnerables.
3. Mostremos cómo se ama con acciones. A la par de permitir que nos vean tristes, enseñemos que las lágrimas tienen el poder de unirnos. Preparemos una comida, visitemos, abracemos, y en tiempos de calamidad, donemos con gusto y no de lo que nos sobre.
Y hagámosles la pregunta… ¿Qué sentirías tú si tal y tal cosa nos pasara? Hagan el hábito de ponerse en los zapatos del otro.
Evitemos decir “lo bueno es que a nosotros no nos pasó…” porque el punto de la empatía es hacernos uno con el que sufre.

4. Para los que compartimos la fe cristiana, las tragedias humanas son oportunidades doradas para señalar a nuestra esperanza eterna. Si sentimos tristeza, dolor y desconsuelo, es porque estamos profundamente programados para saber -aún si inconscientemente- que no fuimos creados para morir. Ver las roturas de este mundo y sus pobladores, enfrentar la destrucción y la muerte, nos recuerdan que el diseño original de Dios se interrumpió allá en el jardín del Edén cuando pecamos, porque su idea era que viviéramos juntos y con alegría completa (que es estar con Él para siempre) pero que tenemos la garantía de que todo será hecho nuevo cuando Jesús regrese a reinar con perfecta justicia y cada corazón obedezca perfectamente, ese día los finales tristes serán revertidos y no lloraremos más.