Antes de graduarse del colegio, Elisa (*) soñaba con ser arquitecta. Cuando dio la noticia a sus padres, ellos se sorprendieron y de manera directa le dijeron que no tenía suficiente disciplina para ejercer la profesión.  Su visión de ser una buena arquitecta se nubló y optó por no ingresar a la universidad.  Se casó muy joven y pronto fue madre,  entonces decidió que lo mejor sería dedicarse a su hogar.  A pesar de haber formado una familia hermosa, no se sentía totalmente realizada y un vacío inexplicable la acompañaba.  Luego de buscar en su interior, decidió perseguir su sueño. Después de graduada, su primer proyecto fue su propia casa.

Esta historia tiene un final feliz, pues Elisa sanó sus heridas y forjó su camino.  Pero no siempre tenemos la valentía y sabiduría para hacerlo. ¿Has vivido la experiencia de ver tus sueños rotos o tu autoestima ha caído al suelo, todo por aquello que un ser amado te dijo o te hizo?  ¿Cómo reaccionaste? ¿Te sobrepusiste o dejaste de confiar en ti? Y ahora, una pregunta aún más difícil de responder: con tus palabras o acciones ¿has herido a tu esposo, a tus hijos, a otros seres queridos?

Gracias a la historia de Elisa y recordando tus propias experiencias, puedes darte cuenta del impacto que tienen las palabras y acciones, y cómo estas repercuten en la vida de tus seres queridos y en especial de tus hijos.

Si tú los has herido, te preguntarás cómo puedes ser tú quien los sane.

A mí me ha inspirado el Dr. Ricardo Castañón con sus libros “Hábitos y actitudes: Cuando la palabra hiere…” y “Cuando la palabra sana”.

A continuación te comparto 5 pasos que puedes seguir para sanar las heridas que hayas causado:

Reconoce tu error. Asume tu responsabilidad, pero no solo lo pienses, demuéstralo, díselo a tu ser querido. Ten en cuenta que si tus palabras y acciones han tenido poder para herir, serán tus palabras y acciones las que también tengan poder para sanar.

Discúlpate, pide perdón. Si cometiste un error en lo que dijiste, cómo lo dijiste o incluso lo que dejaste de decir o hacer, será necesario que ofrezcas una disculpa, siempre que la des con un corazón arrepentido.

Utiliza las palabras con suavidad y amor. La Escuela de Escritores de Madrid realizó una encuesta que preguntaba cuáles eran las palabras más bellas en español, Castañón hizo algo similar en distintos países de América Latina: todos los resultados mostraron que personas creyentes y no creyentes destacan la palabra AMOR.   Entonces, la mejor manera de sanar las heridas del alma es a través del AMOR.

Fomenta el diálogo. En muchas de sus investigaciones en temas relacionados a la familia, Castañón ha encontrado que un aproximado del 74% de jóvenes entre los 17 y 18 años desean dialogar con sus padres, pero no lo obtienen satisfactoriamente.  Como psicóloga, también he conocido personas de toda edad que quieren dialogar con sus padres y seres queridos. Así que, está siempre dispuesta a escuchar y conversar con tus hijos.

Pon en práctica las características de una persona capaz de sanar a través de las palabras. En su libro “Cuando la palabra sana”, Castañón menciona entre otras:

  • Maneja adecuadamente tus emociones.
  • Esfuérzate por tener una visión positiva del mundo.
  • Sé empático.
  • Ten iniciativa, independencia y autonomía.
  • Fomenta tu capacidad para escuchar y para pedir consejo.
  • Esfuérzate por ser una persona con deseos de servir y ser altruista.
  • Vive la espiritualidad, que no necesariamente significa ser una persona religiosa, pero sí persona de fe.
  • Practica valores como la prudencia, paciencia, tolerancia, generosidad, perseverancia y compasión. Recuerda que de la abundancia del corazón habla la boca.

Si usas la palabra amor en toda su extensión, entonces hablarás, educarás, corregirás y actuarás con amor.

Puedes proponerte hacer vida estas frases: “No basta con lo que digas, cómo lo digas también importa, y mucho”.  “Una voz suave y cálida dice algo distinto a aquella voz autoritaria que grita e insulta”.  “Las palabras bien dichas, pueden ser mensajeras de paz y armonía”.

(*) Nombre ficticio

Mujer de fe, defensora de la vida y la familia. Empática, servicial, disfruta del deporte. Psicóloga inspirada en la trascendencia. Su anhelo cada día: encontrar la felicidad.