Cuando era adolescente, ver pornografía requería de ciertos malabares para evitar que los padres se enteraran. Es decir, requería un protocolo complejo. Recuerdo a grupos de amigos organizarse para coincidir todos en la misma casa justamente cuando no estaban sus papás, encerrarse en un cuarto y por supuesto no olvidar un VHS conseguido bajo tierra. Las revistas porno eran celosamente guardadas en el rincón más arrinconado de la habitación de los varones para que nadie las encontrara el poco tiempo que alguien se las prestaba, porque obviamente había cola esperando para verla. O bien, arriesgarse a ver televisión hasta tarde en total silencio y con un oído puesto en el corredor y un dedo en el control para apagar el aparato ante cualquier señal de vida.
Ahora, nuestros hijos pueden consumir pornografía a cualquier hora y en cualquier lugar. Para que los papás no se enteren, el protocolo se ha reducido a un sencillo paso: quedarse despierto hasta tarde y ver pornografía en el celular.
Sí, el teléfono lo pagamos los papás y el Wifi, también. Chiste cruel.
Hay papás que deciden no dar celular a sus hijos, dejarlos fuera de su alcance por la noche, desactivar el Wifi… bien. Cada familia encontrará las estrategias que pueden funcionar mejor para ellos. Pero, hay una que debería ser la constante en todas: dialogar con nuestros hijos y hablar abiertamente sobre por qué no deberíamos dejar que la pornografía entre en nuestra vida.
La semana pasada, nos invitaron a la conferencia de Reynaldo Rivera “Sexo, bullying y el mundo real de los adolescentes”, organizada por la Fundación ICEF y por la Facultad de Comunicación de la Universidad del Istmo. Fue una de esas actividades en las que desearías ser Neo para que te grabaran todo en tu intelecto y salieras listo para enfrentar a la Matrix.
Pero, como efectivamente hay que enfrentar la realidad y no eres el protagonista de la peli, quiero compartirles las ideas que aprendí ese día y que espero relacionar acertadamente.
De acuerdo al conferencista, la pornografía y el bullying son los dos extremos de la industria del sexo y el tráfico humano. Tienen un origen común y tienen también un remedio común.
La pornografía encuentra un paraíso para ser consumida en un estilo intrafamiliar negativo. De esto da fe, el estudio “Consumo de pornografía on line- y off line en adolescentes colombianos”, en el que Rivera participó como investigador. En este estudio se hace una afirmación contundente y que se destacó en la conferencia: “Se ha encontrado que la relación entre los valores y el consumo de pornografía está mediada tanto por los estilos relacionales intrafamiliares positivos como por los negativos”.
Es decir, los valores no bastan, aunque por supuesto, son importantes. ¿Y entonces?
“En cuanto a las variables de estilos de vida, los resultados confirman que las relaciones que los adolescentes tienen con sus padres configuran sus procesos decisionales (Archer, 2012). Un clima familiar de diálogo, comprensión y participación permite aumentar las posibilidades de un uso positivo de las TIC. (…) En relación al consumo de medios, el uso intensivo de Internet para visitar redes sociales, descargar música y películas, jugar dinero en red y buscar información sobre sexualidad que la familia no provee llevan a un mayor consumo de pornografía, que en muchos casos puede ser accidental. Finalmente, utilizar el grupo de amigos y las relaciones virtuales para tratar de temas que en la familia son poco discutidos, como es el caso de la sexualidad, puede incitar a la exploración de nuevas experiencias por parte de los jóvenes”.
No está de más, señalar las consecuencias de la pornografía que compartió Reynaldo Rivera durante la conferencia:
- Es un círculo vicioso. Necesitan siempre más pues la pornografía es un paraíso ficticio y adictivo.
- Promueve el sexo ocasional
- Promueve comportamientos desviados y de alto riesgo
- Quienes la consumen pueden ser más agresivos en sus hábitos sexuales, sufrir depresión y cometer actos delictivos
- Pueden sentirse físicamente inferiores a las mujeres y hombres que ven en los materiales pornográficos
Vídeo La ciencia de la adicción a la pornografía.
Y repito la pregunta, si la enseñanza de valores no basta para prevenir el consumo de pornografía, entonces ¿qué sí lo hace?
En un lugar privilegiado se posiciona el diálogo familiar positivo.
Y básicamente es porque este abarca todo. Si nos lo proponemos, a través de este los papás podemos:
- Educar la autonomía y la capacidad de decisión.
- Sembrar ideales y animar a que nuestros hijos enfrenten sacrificios para alcanzarlos. Impulsarlos para que tengan un proyecto vital.
- Fomentar las buenas amistades y promover que nuestros hijos se involucren en proyectos de servicio.
Estos tres puntos pueden transmitirse en el diálogo del día a día. Sí, ese después de las cenas o de los almuerzos. O el que tenemos con ellos en el carro, mientras los llevamos al colegio o a reuniones con sus amigos, o en el tiempo que nos recostamos con ellos mientras se duermen. En la convivencia familiar, todo suma. Un diálogo abierto sobre temas que nos importan dará la pauta a nuestros hijos para saber que tienen la puerta abierta cuando necesiten más información o criterio sobre un tema en particular o antes de tomar una decisión. Y ese mismo diálogo será el que nos regalará oportunidades de oro para hacer una mediación sobre lo que nuestros hijos ven y escuchan en los medios de comunicación, internet y redes sociales.