Recuerdo la vez que fuimos a una de esas clases de prueba que regalan, íbamos con nuestra hija mayor, que en ese momento tendría unos 7 años. Entramos mientras todos los niños tomaban su lugar en medio de la duela, todos los papás nos sentamos en bancas alrededor. Empezaron el calentamiento y en un momento el entrenador le preguntó en voz muy alta a un niño, algo referente a un programa de Tv y el niño contestó “mi mamá no me deja ver tele”, el maestro volteo a ver a la mamá, y ella le dijo “si, prefiero que juegue afuera”. El maestro se volteó con el niño en tono petulante y le dijo: “yo te voy a poner a ver tele aquí”.
Dirigió a los niños de manera despectiva, humillándoles cuando no hacían bien el ejercicio. Fui viendo la cara de aflicción de mi hija hasta que rompió en llanto. Yo no sé el protocolo de la disciplina que estaban practicando, ni me importó. Me levanté de la banca y me atravesé las filas antes de que terminara la clase, para tomar a mi niña de la mano y salir corriendo de allí.
Yo no puedo dejar de pensar en ese día y preguntarme si esto es así frente a los papás ¿cómo será sin ellos presentes? Y ¿por qué permitimos que este tipo de cosa sea vista como aceptable?
Esto quizás explica cómo suceden abusos prolongados… gente que hemos permitido tener acceso a nuestros niños, que se han ganado la confianza, de quienes jamás podríamos dudar y a quienes vemos como figuras de autoridad dignas de ser obedecidas.
Hace unos días no sabía quién era Larry Nassar. Pero desde la semana pasada he leído y escuchado su nombre y mi corazón se rompe y mi estomago se encoge. Este hombre, quien fue médico de cabecera del equipo olímpico de gimnastas de Estados Unidos por 30 años, hoy se sabe que también es uno de los pedófilos más grandes de la historia de ese país. Después del testimonio de 150 de sus víctimas, recibió la máxima sentencia de 175 años en prisión.
Treinta años con carta libre para destruir las vidas de cientos (o miles) de niñas… ¿nadie notó algo raro? ¿Nadie cuestionó los procedimientos? ¿Dónde estuvieron los demás adultos en todo ese tiempo? Muchas de las víctimas, hoy mujeres adultas, dicen haber hablado desde 1997 sin haber sido escuchadas.
Una alarma está sonando y es mejor que nos pongamos en marcha, porque este no es un caso escandaloso que solo pasó en Estados Unidos. En Guatemala sabemos que 4 de cada 10 niños sufre abuso sexual. Eso es, de los que reportan; se estima que por cada reporte, hay 7 no reportados. La gran mayoría de abusos ocurre en el círculo de confianza de la víctima.
Esto. No. Está. Bien.
Vez tras vez tras vez, las voces de los niños que son víctimas de abuso sexual son ahogadas cruelmente. Primero por sus abusadores y después por los que hacen posible que el abuso no solo continúe sino se normalice, arrancando así la esperanza de las víctimas, convenciéndolas de que no valen lo suficiente como para enfrentar juntos las consecuencias que vengan por pararlo.
La cosa es que al preferir mirar al otro lado y permitir el abuso, estamos diciendo claramente que siempre es más importante guardar las apariencias, conservar “amistades”, resguardar instituciones y defender a poderosos, antes que defender a los débiles y sufrir las consecuencias de buscar justicia para proteger a otros pequeños que seguramente están en riesgo.
Y algo más: ¿qué estamos queriendo alcanzar? ¿Qué buscamos realmente al involucrar a nuestros hijos en disciplinas que nos limitan el acceso a ellos? ¿Qué pensamos que vale más?
Mi punto no es tener niños encerrados y sin aguante para las exigencias de un deporte o pasatiempo sano, mi punto es que como adultos, es claro que damos carta blanca a ciertos personajes, ya sea por inocentes o negligentes, por flojos o ambiciosos. Sea como sea, nuestro deber es proteger. Ni aunque sea el entrenador, el doctor, el líder de la iglesia, debemos dejar de tener ojo crítico, prudencia y jamás de los jamases, dudemos que nuestro hijo o hija están diciendo la verdad cuando se atreven a decir lo que está pasando.
Me alegra ver avances en la prevención del abuso sexual en Guatemala, por ejemplo que ahora sea obligatorio registrarse en la base de datos de Certificación del Registro Nacional de Agresores Sexuales (RENAS) si se trabaja con niños a tiempo completo o como voluntarios y también la iniciativa que está impulsando la ley de Justicia Pronta.
Y para quienes comparten mi cosmovisión Cristiana: Este no es un asunto liviano con Dios…
“…y dijo: En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos…Y el que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar.”
Mateo 18:3, 5-6
Para más información escribe a [email protected]
Para personas y familias sobrellevando las consecuencias del abuso en sus vidas, existe apoyo, visiten https://www.mihistoriaimporta.org/