Su mundo es distinto del de los adultos porque su imaginación les brinda posibilidades mucho más creativas e inesperadas. Un simple muñeco puede volar y él mismo puede convertirse en un bandido famoso.
El capitán Garfio puede entrar en la habitación en cualquier momento, mostrando su gancho reluciente y una sonrisa «come niños» en la boca. Para nuestro pequeño, un personaje de los cuentos, un hada o la misma «Pocahontas» son tan reales como sus amigos.
Se encuentran en la edad de la fantasía, donde todo ocurre con una lógica distinta y ellos mismos, con una simple capa, pueden convertirse en un gran superhéroe vengador.
Entre los 3 y los 6 años, nuestros hijos se encuentran en una edad en la que su forma de ver las cosas y la realidad es muy fantasiosa. Es decir, ven el mundo que les rodea en función de sus propios intereses, de lo que les llama la atención y de lo que excita su imaginación… Su mundo es distinto del de los adultos porque su imaginación les brinda posibilidades mucho más creativas e inesperadas: un simple muñeco puede volar y él mismo puede convertirse en un bandido famoso.
Nuestros hijos están creciendo y como parte del proceso se potencia su fantasía, creatividad y capacidad imaginativa… Pero tanto que, a veces, ese otro mundo llega a invadir la realidad.
Una fantasía especial
Esta manera especial de ver el mundo que tienen los niños y niñas de esta edad se denomina «pensamiento mágico». Creen que lo imposible es posible.
Por ejemplo, cuando son pequeños están convencidos de que todos sus deseos van a cumplirse, que es simplemente una cuestión de quererlo.
Creerán que por desear y repetir muchas veces que salgan más dibujos animados van a aparecer en la pantalla…
Su fantasía continúa mezclándose con la realidad. De ahí que, dejándose llevar por su imaginación, tiendan a exagerar cualquier suceso que ocurra a su alrededor, tanto para bien como para mal. Además, confunden lo que desearían que sucediera con lo que puede suceder, porque aún no saben distinguir entre lo real y lo fantástico.
Simulación o realidad
El proceso de crecer y madurar no resulta nada fácil para un niño. Poco a poco ha de ir enfrentándose con el mundo, ha de relacionarse con los demás. Por todo ello, los niños necesitan un mundo interior que les brinde protección y que se convierta en su refugio.
Cuando el niño juega con la imaginación, se transforma en la persona todopoderosa que no es en la realidad. Inventa y transforma por ejemplo, el palo en un caballo de carreras. Porque la fantasía es para él un modo de aprender. Con su imaginación crea situaciones y se coloca a sí mismo dentro de ellas, como un juego de simulación. Es la manera de vivir una rica variedad de experiencias: puede convertirse en mamá, en una dependiente o en un maestro.
No solo transforma un objeto en otro, sino que es capaz de transformarse él mismo; puede cambiar de identidad de un momento a otro, pasando de la ficción a la realidad cuantas veces necesite hacerlo. Y buscará cómplices que participen con él en el juego fantástico.
Genios y creativos
Es conveniente que los niños usen esa capacidad de fantasía, que jueguen mucho, que inventen, pinten, se disfracen, hablen, etc. Probablemente, en el futuro serán unas personas mucho más creativas.
Pero también tenemos que vigilar e intervenir en el momento oportuno, para que puedan separar su pensamiento racional de su imaginación y vayan asimilando la realidad como es.
El uso de la fantasía tiene muchas ventajas para el niño, además de la función que cumple en su desarrollo natural, y en su maduración:
- La fantasía favorece su creatividad, imaginación y sensibilidad. A estas edades, nos sorprenderá con sus razonamientos y salidas curiosas, porque está naturalmente predispuesto a ello.
- La fantasía facilita su capacidad de entretenerse y no aburrirse. Puede inventarse mil modos de jugar, sin necesidad de aparatos de televisión, videojuegos, etc.
- La fantasía favorece su inteligencia, porque se trata de un ejercicio intelectual en toda regla.
Padres de película
Nuestro papel de padres consistirá en ayudarles a diferenciar la realidad de lo que solo existe en su cabeza, algo fundamental para que puedan ir madurando. Pero solo distinguiremos estos dos mundos cuando sea necesario. No hemos de tener demasiada prisa, ya que no está mal que de vez en cuando se dejen llevar por su portentosa imaginación.
Más importante que ponerle los pies en la tierra, recurriendo a argumentos «lógicos», puede ser que participemos de sus juegos fantasiosos. Pero, como todos sabemos, a estas edades no resulta tan fácil jugar con ellos.
Hace falta entrar en su fantasía y comerse ese helado imaginario en una cuchara de 10 centímetros o actuar como si fuéramos auténticos lobos o indios.