No existe un tema más complicado y que genere más conflicto a lo interno de una familia, que la manera en que se educa y disciplina a los niños. Y es que a veces papás y mamás (tíos, abuelitos, suegros) opinan diferente sobre qué hacer cuando un pequeño ha traspasado los límites. Esas diferencias pueden convertirse en situaciones poco saludables para los padres, los niños y toda la familia.

¿Sabe alguien cómo enfrentarlo?

No siempre. Lo que sí es un hecho es que los padres deberían esforzarse por crear un frente común que se origine de los acuerdos a los que lleguen sobre qué hacer y qué no ante los distintos retos que la paternidad exige.

Suena bien, pero la pregunta que a todos nos corroe es si esto es posible. A juicio de la psicopedagoga del Centro de Servicio Psicológico (CENSEPS), Ileana Godínez, esa es una fórmula que funciona siempre y cuando las parejas actúen como un equipo dispuesto a trabajar por un objetivo común.

Sin embargo, si los conflictos están a la orden del día es porque no llegan a acuerdos. A veces no se trata solo de los niños, sino el dinero, las cuentas, la casa, etc., dice Godínez, no es extraño que esos desacuerdos los arrastren desde el noviazgo y exploten debido a la presión de la convivencia diaria que supone un matrimonio.

Dichos conflictos pueden provenir de los orígenes mismos de la pareja: tienen distinta educación, edad, pertenecen a diferentes religiones o grupo social, etc. Por eso es muy común que cuando llega el momento de disciplinar a los niños, esas diferencias hagan mella. Sin embargo, ¿quién no ha visto parejas que funcionan a pesar de ser muy diferentes entre sí?, se pregunta Godínez.

  • Claves sencillas de aplicar

Para esta psicopedagoga, a la hora de educar a los hijos, hay algunas claves sencillas que han demostrado funcionar, como por ejemplo, como pareja deberían crear un frente común que les permita estar de acuerdo sobre los cómo, los cuándo y los por qué de las medidas disciplinarias. Y cuando llegue el momento de poner en práctica dichas reglas, apoyarse entre sí.

  • Privilegia el diálogo

No importa la edad, siempre es preferible intentar explicar las razones de por qué se niega un permiso, no se compra el juguete del momento o llegó la hora de dejar la fiesta. Cuando tu hijo protesta con lágrimas y pataletas, hay que hablarle y hacerle entender que su conducta está equivocada y que así no conseguirán lo que desean, explica Godínez.

  • Tómate unos minutos

Si el momento lo permite, en lugar de gritar, respira profundo, pon tierra de por medio y espera unos minutos para bajar niveles. A veces reaccionamos con violencia verbal o física, cuando deberíamos tratar de abordar la situación de la forma más racional y calmada posible, explica Godínez.

  • No cedas

¿A quién no le ha pasado que después de un berrinche de padre y señor nuestro, terminamos cediendo a los deseos de nuestros hijos? Ello ocurre porque no soportamos más el conflicto, dice Godínez.

Pero si asumiste una posición, mantén tu palabra, aunque ello implique un gran esfuerzo, o la próxima vez tu hijo sabrá que gritar y patalear es la mejor forma de conseguir lo que quiere.

  • Descarta un problema de salud

Cuando el berrinche, la ira o el capricho son recurrentes sin una aparente razón, consulta con tu pediatra. Casos hay en que el comportamiento no es un asunto de mala crianza, sino de un problema de salud no identificado que requiere atención, dice Godínez.

  • Si pierdes el control, busca ayuda

Cuando sientas que haz perdido el control, que ya no sabes cómo manejar la situación, busca ayuda. Un psicólogo, un pedagogo, un médico o incluso un sacerdote, alguien que te ayude a poner en perspectiva lo que está ocurriendo, dice Godínez.

Su experiencia le ha enseñado que los padres deben empezar con la terapia, dejando de último al niño.

Primero hay que establecer qué está pasando: ¿son los niños o los adolescentes los del problema o nosotros?, Dice Godínez. Y es que ha pasado que las diferencias de opinión, los problemas y conflictos de la pareja, terminan afectando la conducta de los pequeños. Entonces, ¿quién es la víctima?, se pregunta esta profesional.

A su juicio, nadie nace siendo insolente y malcriado, los niños se tornan así por los errores que cometemos al educarlos y disciplinarlos. Por eso, so pena de sonar anticuada, Godínez apoya la idea de criar a los hijos tomando como referencia los valores de siempre: respeto, honestidad, confianza, generosidad, etc.

Tiene que ser una cuestión de ida y vuelta: yo te respeto, te valoro, soy honesta contigo, te demuestro confianza, amor, así que espero lo mismo de ti. Si no los tratamos así, ¿cómo esperar que se comporten de una manera diferente?

Originalmente este texto fue producido para la revista Enmicasa

Revista digital pionera en desenredar nuestro corazón de padres y brindar información útil y consejos prácticos para la educación familiar.