Esta carta es para ti mamá que no pudiste dar el pecho, cualesquiera que fueron las razones.

Estas letras son para ti, mamá, que lloraste por las noches mientras pensabas que tu bebé se moría del hambre y tu pecho no le sustentaba. Para ti que te dijeron que no tenías leche o que luego de un tratamiento de fármacos te mandaron a destetar. Para ti, que viste sangrar tus pezones y decidiste dejarla y no saber más de ella. Para ti que viste nacer a un bebé de bajo peso y que le recetaron fórmula para que llegara al peso normal. A ti que no te quedó de otra que regresar al trabajo y por la falta de apoyo del sistema, debiste destetar.

Sé cómo te sientes, quizá incapaz de haber cumplido una meta que te habías trazado durante nueve meses. Lo que leíste no fue suficiente para lograrlo y la lactancia se volvió tu peor enemiga, no encontraste las respuestas en su momento y tu corazón se partió cuando tomaste una decisión que no estaba en tus planes.

Quizá muchas veces has sentido animadversión por quienes promovemos la lactancia materna, que nos afanamos por hacer saber los beneficios. Por quienes, sin querer, abrimos en ti una herida que no ha sanado por completo. Es normal que te sientas así, que sientas que te atacamos.Esta carta es para decirte que no es así, quienes promovemos y practicamos la lactancia materna no nos creemos mejores madres que tú. Nuestro afán por informar no es para hacerte sentir mal. El objetivo de promoverla es para que las madres que desean hacerlo puedan vencer los obstáculos y que la falta de apoyo e información sobre el tema hacen que muchas veces fracasen en el intento.

Porque quienes damos el pecho también nos presentamos con barreras constantes que pone la gente a nuestro alrededor: “Que si tu bebé está bajo la curva, tu leche no es buena”, “el pediatra recomienda la fórmula porque hay un diagnóstico apresurado de reflujo o es alérgico a la proteína de la leche”, “no des de mamar en público” “si es un niño menor de un año está bien visto pero si es mayor, no”, “que la leche después del año es agua” “quince minutos de cada pecho para hacerle un horario a un recién nacido” “una pachita con cereal para que duerma toda la noche”, “No comas aguacate porque se te va la leche” “te vas a quedar sin pelo por dar de mamar” “qué cansado es dar el pecho, te vuelves esclavo de tu hijo” “en el trabajo debes sacarte la leche en el baño”. La lista de comentarios que hay alrededor de una madre que amamanta o desea hacerlo es larga.

Esto, querida mamá, no es en contra de las mujeres que no quisieron o no pudieron dar el pecho. Al contrario es a favor de que las madres estén más informadas y que a partir de ello logren tomar las mejores decisiones.

Es a favor de una sociedad que nos permita ser madres como nosotros lo deseamos sin obstáculos, sin señalamientos, sin críticas. Indiferente de nuestras decisiones de alimentación y crianza.

Quisiera contarte que mi mamá logró darme pecho únicamente 7 meses, en ese tiempo mi papá murió y lo primero que hicieron fue alejarme de su cercanía. Me han contado que lloré algunas noches esperando que ella regresara hasta que lograron que tomara la pacha. Si ella hubiera tenido información sobre cómo manejar la lactancia materna en momentos de duelo estoy segura que hubiera aprovechado todos los beneficios que me faltaban por recibir. Sin embargo, no la considero una mala mamá. La considero la mejor que me pudo haber tocado. Estoy segura que ella hizo lo que consideraba correcto para mi bienestar, con la información que tenía en ese momento.

La maternidad es imperfecta, idealizarla como perfecta nos lleva a la frustración constante. La mamá perfecta no existe, la que da el pecho y no se cansa, la que da la pacha y no reniega de lavar y esterilizarlas dos veces al día, la que no se sale de control tras un llanto sin sentido de su hijo de 2 años, la que, tras una cesárea no siente dolor y su pelo y maquillaje permanecen intactos. Esas existen en la publicidad, en las fotos de la promoción de la pomada para escaldaduras, la que sale en la televisión hermosa con el bebé dormido en sus brazos, esa es una actriz no una mamá de verdad.

A ti mamá de verdad, la que siente, la que llora por la escena de despedida en la película animada, la que siente nostalgia cuando ve fotos de su hijo recién nacido y se ha dado cuenta cuánto ha crecido, la que quiere salir corriendo un viernes por la noche porque la semana continua sin tener descanso. A ti mamá de verdad, quiero invitarte a que te unas a esta causa. A que juntas aprendamos a complementar nuestras maternidades. Quisiera que después de haber leído esta carta logres comprender mi “locura por la lactancia materna” y que tu experiencia en otros ámbitos de la maternidad pueda complementar la mía.

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