«Solo espero Hugo que, estés donde estés, se te vaya la luz cuando hagas arepas en cocina eléctrica, o te quedes sin gas en medio de una torta; se te acabe el agua cuando tengas la cabeza llena de champú (si es que tienes champú); no tengas sal para la masa de las arepas, no te alcance el sueldo para comprar un cartón de huevos, no tengas pastillas para aliviar un pedazo de dolor de cabeza y que además ¡te den con un palote en la cabezota si se te ocurre quejarte! ¡Solo deseo eso!»

Carolina, es una mamá venezolana que durante varios años ha desgranado la crisis que empezó con Hugo Chávez y siguió con Nícolas Maduro. Es ella quien le escribe las líneas anteriores al «inventor» del chavismo.

Por las noticias, podemos imaginar el duro escenario que enfrentan los venezolanos. Pero, esta entrevista nos adentra en la vida de una familia que a pesar de la crisis, aprovecha el día a día para crecer «hacia dentro».

¿Cómo ha sido la vida en familia con las circunstancias que actualmente impone el chavismo?

Debe haber distintas realidades, dependiendo de los estratos sociales: hay gente que la está pasando muy duro, hay gente que no la está pasando mal y otros que estamos en el medio. Se dificultan cosas sencillas, como por ejemplo comer lo que se antojaría, que en otro lugar sería lo normal. Uno se ajusta a lo que consigue en el mercado, hay cosas que dejas de comer un poco, dependiendo de la economía.

De pronto no puedes comer carne, ni pescado ni pollo. Lo tienes que dejar para circunstancias especiales. Te toca comer más granos, que rinde y alcanza un poco más sobre todo en una familia numerosa.

Luego, hay cosas que son un poco cuesta arriba como el champú. A los niños les encanta agarrarlo y bañarse en champú… y en la situación en la que estamos, esto es una tragedia porque no se consiguen buenos champús y los que se consiguen son costosos. La realidad familiar está atada a lo económico. Generalmente es así pero cuando escasea, cuando no solo depende del salario sino que no lo consigues o el producto vale lo que vale tu trabajo de 15 días entonces se hace cuesta arriba vivirlo.

Un champú bueno te puede costar 20 mil bolívares. El salario mínimo ronda los 18 mil bolívares.

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Uno trata de aislar a los niños de esta realidad. Tratas de proteger su infancia, pero inevitablemente, les toca darse cuenta. Cuando el chocolate que se les antoja no puedes comprarlo, y no solo porque debes enseñarles reciedumbre sino que no se puede porque no puedes dedicar dinero extra a algo que no es alimentación.

Eso es de lo más duro que está viviendo la familia venezolana: la amenaza a la economía. No te permite alimentarte bien.

Eso toca diferente a cada estrato social, pero cada vez se borran más las fronteras. La clase media trabajadora que es más pujante, está sumamente amenazada. En un hogar puede haber dos profesionales trabajando, y aún así no logran sacar adelante los gastos.

¿Cómo han hecho para encontrar un equilibrio?

Personalmente, en mi casa yo procuro hacer los dulces. Es más económico. Trato de conseguir las cosas básicas y hacerlo en casa. Otra herramienta que hemos encontrado es usarlo de premio. Hace 5 o 6 años, no costaba nada que cada uno eligiera una chuchería, ahora te limitas un poco, lo guardas para ocasiones especiales. De pronto, si puedes y se permite, es un consentimiento. En otras no se puede, y hay que explicarles.

Ellos inevitablemente van entendiendo porque se dan cuenta. Uno trata de quitarles el drama y explicarles de forma natural. Si antes comprábamos 4 chocolates, ahora cuando se puede compramos dos y compartimos. No hay mayor tragedia, ni trauma. Y han entendido bien.

¿Cómo hacer para no perder el optimismo, ni la esperanza?

La lección me la han dado mis hijos porque ante las circunstancias que uno siente duras e insuperables, uno los ve a ellos alegres y desconectados. Yo he aprendido a desconectarme de afuera, gracias a ellos.

Te cuento una experiencia: hace cinco años compramos por internet los regalitos de Navidad, un hermano los traía y la maleta se perdió.

Yo salí un 23 de diciembre a ver qué quedaba en las jugueterías y no quedaba nada. Me tocó comprar lo que se pudo. Para mí fue un poco duro, porque uno de padre a veces se confunde porque quiere complacer. Esa maleta venía llena de cositas que se habían pedido, a mí personalmente, me pegó.

En Navidad, ellos nos levantaron emocionados. Su alegría era tal con lo poco que recibieron que yo me sentía boba de mi insatisfacción. Cómo a veces los adultos nos confundimos y olvidamos lo realmente importante de cada cosa.

Personalmente he aprendido mucho de mis hijos.

Ellos conciben la alegría de encontrarse con sus primos, estar juntos y jugar. Mientras a mí me preocupa que no sé qué vamos a almorzar, porque somos una familia numerosa: mi hermana tiene 5 hijos, mi otra hermana tiene otros 5 y nosotros, 4… Además no podemos ir a cualquier abasto a comprarlo, hay que llevarlo todo porque no en cualquier lugar se consigue.

Mi hija me veía enredada con eso. Y ella me decía: no importa mami, comemos pasta todos los días.

Ellos en su inocencia, nos enseñan lo que es verdaderamente importante: que es estar juntos, que es poder compartir con la familia. Si no hay para tomar refrescos, no se toman y listo. Verlos a ellos es volver a lo importante. Sobre todo ahora que hay muchas familias viviendo las separaciones por la migración.

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En estos días me decían una frase que ahora llevo como bandera de vida: Nuestra esperanza no es la del loco, sino saber que Dios de todo saca algo bueno.

Hay días grises y uno dice, bueno esperemos que pase este día. Talvez mañana se ve más despejado. Eso es lo que tratamos. De vivir así en la casa, y de apoyar a otras familias.

¿Cómo se complementan con tu esposo para enfrentar esta situación?

No hay algo establecido. Creo que sabemos leer cuando hay uno que está sobrepasado por la situación y el otro sale al rescate.

Las situaciones económicas en los adultos generan mucha preocupación y uno puede estar de mal humor. Cuando alguno de los dos está de mal humor, el otro le da ese espacio.

Formar equipo ayuda muchísimo a llevar la carga.

Aunque ya me has mencionado algunas, ¿cuál ha sido la lección de vida más importante de estos años?

A veces la bonanza, nos hacen olvidar las cosas que realmente importan.

En otro tiempo, en el cumpleaños de un hijo el estrés era: que si le hago la piñata, que si van a venir los amigos, que si doy pasapalos o no doy pasapalos… vivir esta situación nos ha hecho comprender lo que tiene valor.

Estar juntos y repartir una pequeña torta entre todos, eso es lo que tiene valor.

Soy mamá de seis hijos y directora editorial de Niu. Me confieso como lectora empedernida y genéticamente despistada. Escribo para cerrar mi círculo vital.